domingo, 7 de noviembre de 2010

De la Monarquía en América, el Reino de Quito y el posterior Estado de Ecuador. Historia (XLIX). Peru.

El Otro Ecuador – El que te lo han ocultado…








De la Monarquía en América, el Reino de Quito y el posterior Estado de Ecuador. Historia (XLIX)

De la Monarquía en América, el Reino de Quito y el posterior Estado de Ecuador. *

Por Mark Van Aken **
“Las diferencias irreconciliables en cuanto a creencias políticas que separaron a republicanos y monárquicos en el período post- independentista, eran parte de un defectuoso proceso político que continúa, aún hoy, perturbando y confundiendo los esfuerzos por lograr un gobierno republicano estable en América Latina”
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El tema del monarquismo en la América Latina del siglo XIX ha atraído poco interés académico. La mayoría de los estudios sobre las nuevas naciones sudamericanas en los primeros años de independencia se han concentrado en los problemas de liderazgo, redacción de constituciones, relaciones entre la Iglesia y el Estado, federalismo frente a centralismo, militarismo, desarrollo económico y desorden fiscal. El análisis de todos éstos temas es importante e ilumina la difícil transición de América Latina del colonialismo hacia la nacionalidad, pero ignorar o dar poca importancia al gran atractivo que tenían las formas y creencias monárquicas en la región sería eliminar un factor muy importante de la ecuación política.

Quizá la relativa facilidad con que los Estados Unidos pasaron del gobierno monárquico británico al régimen republicano ha hecho que muchos latinoamericanistas norteamericanos subestimaran la importancia del monarquismo en la América Latina del siglo XIX. Cierto que los Estados Unidos vivieron tiempos difíciles como nación incipiente, especialmente durante el período de la Confederación, pero estas dificultades iniciales sirvieron más bien para estimular la tendencia hacia un gobierno central más fuerte, bajo una nueva Constitución, y no hacia una restauración de la monarquía.

También es verdad que hubo algunos que creyeron en la superioridad del sistema monárquico, durante la Guerra de la Independencia norteamericana y aún después, pero en realidad el monarquismo nunca contó con numerosos adherentes serios, varias cartas de Thomas Jefferson y algunas de sus observaciones en The Anas han dado la impresión de que el monarquismo era una fuerza amenazadora en las décadas de 1780 y 1790. Sin embargo, Jefferson exageró mucho la influencia del pensamiento realista y distorsionó los puntos de vista de sus oponentes políticos. Gordon S. Wood y otros autores han demostrado que los americanos eran “republicanos por naturaleza” y que el monarquismo sólo tenía el apoyo de un puñado de figuras públicas.

Los historiadores latinoamericanos saben bien que la experiencia política de las naciones latinoamericanas después de la independencia difiere marcadamente de la de los Estados Unidos. En América Latina los nuevos países están amenazados por dificultades mucho más graves que las que tuvieron que enfrentar los Estados Unidos. Dos de esas naciones, Brasil y México, escogieron la monarquía al principio de su independencia como el mejor régimen de gobierno para sociedades imbuidas de realismo autoritario, resultado de tres siglos de gobierno colonial. En el Brasil del siglo XIX, el gobierno efectivo de dos emperadores de la familia real portuguesa proveyó a la nación de un alto grado de estabilidad y unidad hasta casi final del siglo. El primer ensayo mexicano de monarquía fue mucho menos afortunado que el de Brasil. El inepto (Nota editorial: observación muy personal y subjetiva del autor) Agustín de Iturbide (Agustín I) sólo logró hacerse a su corona durante menos de un año, antes de ser expulsado por un levantamiento militar.

La penosa historia de los monarcas de México, primero con Iturbide y más tarde con Maximiliano, ha contribuido probablemente a la noción generalizada de que el monarquismo no merece la atención de los historiadores serios. La mayoría de los estudios sobre el realismo en México se ha centrado en episodios y personajes dramáticos, y especialmente en el fatal reinado de Maximiliano y Carlota hacia la mitad de la década de 1860. El proyecto monárquico del general Mariano Paredes, a mediados de la década de 1840, es poco conocido y quizá habría sido totalmente ignorado a no ser por el trabajo del historiador español Jaime Delgado.
El único estudio general del monarquismo mexicano es una poco conocida tesis doctoral de Frank J. Sanders, ”Propasals for Monarchy in México, 1823-1860″.

Aunque el monarquismo en Argentina fue menos importante que en México, ha recibido sorprendente atención de parte de los estudiosos. Los diversos esfuerzos realistas de Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia y otros han sido estudiados a fondo por cierto número de historiadores, especialmente Ricardo Piccirilli, José Miguel Yrrázaval Larraín, Bartolomé Mitre, William Spencer Robertson, y Julián María Rubio. No es fácil determinar si los proponentes de la monarquía siguieron siendo importantes en Argentina entre 1834 y 1860, pero en 1861 Juan Bautista Alberdi se convirtió al monarquismo y redactó La monarquía como mejor forma de gobierno en Sud América. Sorprende que Alberdi, que tanta inspiración intelectual prestó a la Constitución liberal argentina de 1853, presentara argumentos a favor de la monarquía, pero lo hizo como respuesta a la crisis política Argentina y a la ola de pesimismo republicano que recorría gran parte de América del Sur, en un momento en que se estaban desarrollando planes para restaurar la monarquía en México y el Ecuador. El hecho de que un prominente intelectual argentino de la talla de Alberdi vacilara entre el republicanismo y el monarquismo en la década de 1860 indica que el atractivo de esta segunda forma de gobierno no se limitaba a unos pocos reaccionarios excéntricos mexicanos.

Casi todos los monárquicos latinoamericanos pensaban que les era necesario ocultar no sólo sus opiniones políticas, sino especialmente sus planes para establecer tronos en el Nuevo Mundo, indudablemente, se daban cuenta de que sus puntos de vista chocaban con las opiniones populares y de que una franca declaración de sus planes provocaría una vigorosa reacción republicana. Las ideas realistas se mantenían en privado y sólo con gran circunspección se actuaba de acuerdo con ellas. Esto se puede observar en el caso del general José de San Martín, quien apoyó propuestas monárquicas tanto en Argentina como en Perú durante la lucha por la independencia. Incluso envió agentes a Europa en busca de un príncipe para el trono que proyectaba crear en Lima y, sin embargo, mantenía una capa de secreto sobre sus ideas y sus planes. Se descubrió el secreto, pero pocos admiradores del héroe argentino de la independencia estaban preparados para admitir la evidencia decía de que éste era monárquico. Un estudio biográfico, que mereció un premio y cuyo autor es Ricardo Rojas, insistía que San Martín estaba libre del pecado de monarquismo.

No había nada de vergonzoso en ser monárquico en la América Latina de los primeros años del siglo XIX. Tres siglos de gobierno colonial habían moderado la sociedad y las instituciones gubernamentales bajo principios autoritarios y aristocráticos, notablemente diferentes de los de la sociedad anglosajona de Norteamérica. La escuela de filosofía política basada en los derechos naturales y un gobierno representativo, jugó un papel muy secundario en la experiencia y el pensamiento hispánicos. El brillante ensayo de Richard Morse en The Fouding of New Societies, compilado por Louis Hartz, subraya las diferencias entre anglosajones e hispanoamericanos. Morse señala que el colapso del estado patrimonial resultante de la independencia “requería la intervención de un fuerte liderazgo personalista”, o sea una dictadura. “Las energías de un gobierno de tal naturaleza”, continúa, “tenían que dirigirse a investir al estado común a legitimidad suprapersonal”. El énfasis gubernamental en las tradiciones culturales, el nacionalismo y el constitucionalismo puede proveer esta condición de legitimidad. Pero el gobierno personalista, según Morse, tiene serías debilidades, entre ellas la “legitimidad no transferible” y la tendencia a gobernar a base de impulsos e intimidación.
Tomando en cuenta tales problemas, era natural que líderes tan penetrantes y responsables como Simón Bolívar y sus compañeros se preocuparan de la inestabilidad política y las dificultades inherentes a la creación de nuevas repúblicas, ostensiblemente basadas en la voluntad popular. Salvador de Madariaga, en una biografía fascinante aunque excesivamente crítica de Bolívar, ha descrito detalladamente la atención dada por Bolívar y algunos de sus consejeros a las fórmulas monocráticas para emplear la palabra utilizada por Madariaga y monárquicas para resolver los problemas políticos de Hispanoamérica. Basándose en un considerable conjunto de evidencias, Madariaga concluye que Bolívar deseaba el establecimiento de una monarquía, y que animó a personas de su confianza a entablar conversaciones con diplomáticos europeos, orientadas a crear un trono sudamericano, aunque al final el Libertador se decidió por un gobierno monocrático y no monárquico, porque temía que la imposición de un gobierno realista resultara contraproducente y destruyera su reputación.

La biografía de Madariaga provocó una fuerte reacción entre los adoradores de Bolívar, en parte por la actitud negativa del autor español hacia el Libertador, pero sobre todo porque describía a Bolívar como monárquico. El historiador venezolano Caracciolo Parra-Pérez rápidamente refutó los asertos de Madariaga con un largo y meticuloso estudio, “La monarquía en Gran Colombia”, que defiende a Bolívar de toda imputación de monarquismo. El erudito ataque a la obra de Madariaga, aunque minucioso e impresionante, presenta a Bolívar como el proverbial pianista de un prostíbulo que dice ignorar lo que sucede en los cuartos de arriba. A pesar de todo, el estudio de Parra Pérez parece haber convencido a la mayoría de los bolivarianistas de que el Libertador jamás favoreció el monarquismo.
Que Bolívar anhelara o no una corona para sí mismo es menos importante que el hecho, claramente demostrado por Madariaga, de que el Libertador y muchos de sus consejeros más íntimos prestaron gran atención a la monarquía y distintas formas de autocracia (dictadura, presidencia vitalicia), como alternativas para controlar las anárquicas fuerzas políticas de Hispanoamérica. En efecto, la principal contribución de Madariaga a nuestra comprensión de lo sucedido después de la independencia es la relación que señala entre monocracia y monarquía, que explica cómo la desilusión con los resultados de gobierno republicano condujo directamente a pensar en las de restauración de la monarquía. La opción por la monocracia era meramente una solución temporal, destinada a ejercer control por medio de la represión y la intimidación. Pero la dictadura no pudo resolver el problema subyacente, señalado por Morse, de la legitimidad y la sucesión ordenada. Desde este punto de vista, la monocracia no era adecuada.

La historia de Hispanoamérica revela que los dictadores han realizado interesantes esfuerzos para resolver el dilema de la sucesión ordenada tratando de instalar dinastías nacionales. En el Paraguay, Carlos Antonio López logró que su inepto (Nota editorial: Nuevamente, esta acotación del autor es un subjetivismo demasiado craso e insultante a la gran figura del Mariscal paraguayo, figura respetabilísima en toda América y el Mundo) hijo, Francisco Solano López, le sucediera, aunque todas las esperanzas de una dinastía López se esfumaron con la Guerra de Paraguay (o la Triple Alianza), al final de la década de 1860. Otro intento de cerrar la brecha entre autocracia y monarquía fue realizado por el general Rafael Carrera, de Guatemala. En 1854 Carrera se proclamó “Presidente Perpetuo” y declaró que debían sucederle primero su esposa y luego su hijo, éste cuando llegara la mayoría de edad. Los indios de Guatemala, que lo llamaban “Hijo de Dios”, proporcionaron algo de la mística de la monarquía, lo mismo que un sacerdote católico que decía en sus sermones que el “Presidente Perpetuo” era el “Representante de Dios”.
La “presidencia perpetua” de Carrera ilustra la estrecha relación que existe entre la monocracia y monarquía. Ambas concepciones de gobierno eran atractivas para la filosofía política autoritaria y la experiencia histórica de los pueblos hispánicos. Ambas prometían restaurar el orden y mantener la jerarquía social tradicional. Pero la autocracia, que no contaba con la mística de la realeza y de la ordenación divina, no podía resolver los problemas paralelos de la legitimidad y la sucesión. La intención de Carrera de lograr el apoyo del clero para que sancionara “a divinis” la “presidencia perpetua”, en la que habría de sucederle su hijo, no tuvo más éxito que los esfuerzos de Iturbide en México. El fracaso de Carrera demostró la gran dificultad que había en convertir una dictadura en monarquía sin la mística de la realeza.

La monarquía parecía ofrecer varias ventajas sobre el gobierno dictatorial. Resolvía problemas de la legitimidad y estaba en armonía con la tradición y el sistema social jerárquico. La aceptación general de un prestigioso príncipe europeo, según los monárquicos, eliminaría la necesidad de gobernar por medio de la intimidación. Bajo un gobierno monárquico se podía permitir mayor libertad y la existencia de una oposición moderada, sin temor de que los opositores derrocaran al régimen.

Si excluimos la inverosímil elección de un descendiente de los gobernantes de los imperios indígenas del Nuevo Mundo, los monárquicos hispanoamericanos necesitaban hallar un príncipe europeo para llevar a cabo la restauración. La necesidad de apelar a la realeza europea era un dilema para los monárquicos. Por una parte, los gobiernos monárquicos europeos, con la excepción de España, no deseaban realmente proporcionar un príncipe y enredarse en los asuntos políticos internos de las naciones hispanoamericanas. Por otra parte, a los dirigentes europeos les halagaba que les pidieran ayuda, sobre todo cuando se trataba de otorgar protección contra los agresivos designios de Estados Unidos. Algunos de los planes monárquicos incluían propuestas para establecer protectorados europeos, en parte porque las crisis nacionales que estimulaban tales planes incluían la amenaza extranjera contra la nación que buscaba un príncipe europeo. Además, los realistas hispanoamericanos creían que la oferta de un protectorado podía ser un anzuelo tentador para las naciones europeas que anhelaban extender su influencia a través del mundo.

Gran Bretaña, la mayor potencia marítima de siglo, y la más atractiva candidata a auspiciadora de monarquías, declinó todas las ofertas de los realistas hispanoamericanos. Los gobernantes británicos habían decidido que los riesgos de establecer una monarquía protegida eran mayores que sus posibles beneficios. El inmiscuirse a fondo en los asuntos de una nación hispanoamericana podría afectar las relaciones comerciales con toda la región y provocar acciones retaliatorias de los Estados Unidos. Francia desconfiaba de los planes monárquicos casi tanto como Gran Bretafia, aunque Napoleón III sucumbió a una oferta mexicana, en la década de 1860, con consecuencias fatales. España no era una buena posibilidad, dada su debilidad militar y su manchada aceptación de ex-madre patria. Sin embargo, los monárquicos hicieron ofertas a España, y las autoridades españolas estaban muy dispuestas a aceptarlas. A mediados de la década de 1840, líderes tanto de México como del Ecuador consiguieron ayuda de España para establecer tronos en sus países. Ambos proyectos, uno de los cuales es el tema principal de esta obra, fracasaron rotundamente.

El mayor obstáculo para una exitosa restauración de la monarquía era el problema de cómo lograr la transición de república a su reino. La mayoría de los monárquicos evidentemente creían que sus ideas políticas no eran populares y que debían llevar a cabo sus planes en secreto. Meditaciones colombianas, de Juan García del Río, era una de las pocas publicaciones que defendían abiertamente las ideas monárquicas. El secreto con el cual se rodeaban los planes realistas no sólo hacía más dificil su realización, sino que oscureció la historia del monarquismo en la América española del siglo XIX.

Como consecuencia, gran parte de esa historia se ha relegado al plano del rumor y el chisme, escapándose así del interés de la mayoría de los historiadores.

Probablemente nunca se sepa la historia completa de las actividades monárquicas en la era post-independentista de Hispanoamérica. Los defensores de la monarquía no plasmaron por escrito sus pensamientos y planes. Pero, ocasionalmente, la corriente subterránea monárquica sale a la superficie, dejando una huella. Un ejemplo son las cartas de García Moreno a un diplomático francés, publicadas en 1861 en el Perú para avergonzar al presidente ecuatoriano por haber propuesto una monarquía respaldada por Francia. Pero ese es un caso único, y la revelación de proyectos de restauración monárquica ha sido rara.

La correspondencia diplomática constituye la mejor fuente de información sobre las actividades monárquicas en Hispanoamérica, por la sencilla razón de que las invitaciones para instaurar tronos y protectorados tenían que dirigirse a los agentes diplomáticos de los gobiernos europeos. Los archivos diplomáticos de Inglaterra, Francia y España contienen gran cantidad de información sobre propuestas monárquicas, sobre todo referentes a México y al Ecuador, pero también a otros países. Los despachos británicos contienen la mejor información, pero la correspondencia de otras potencias es también valiosa. La calidad de la información provista por los diplomáticos norteamericanos varía grandemente y rara vez es de importancia, ya que nunca hubo propuestas monárquicas hechas directamente a ellos. Por supuesto, hay que tratar todos los materiales diplomáticos con cuidado, pues aún los agentes más capaces y experimentados tienen sus prejuicios y limitaciones.
Armas del Duque de Tarancón, Don Agustín Muñoz y Borbón(siglo XIX) "Principe del Ecuador" "Restaudrador de la Monarquía en Ecuador, Perú, y Bolivia en principio (con trono en Quito)" "...Rey no coronado de un nuevo Imperio y de una nueva Dinastía"


Aún cuando la información enviada por los diplomáticos españoles en el Ecuador no es de gran calidad, esta correspondencia ha provisto la información más importante para este estudio, por cuanto muestra concluyentemente que el general Flores presentó una propuesta monárquica, no solamente referente al Ecuador sino a Perú y a Bolivia, y que España la aceptó. Aunque los despachos diplomáticos españoles no contestan todos los interrogantes sobre la naturaleza del plan de restauración para el Ecuador, sí prueban de forma concluyente que el general Flores ocupó un lugar central en el complot para restaurar la monarquía en Sudamérica.

Los mejores informes provienen de la pluma de Walter Cope, cónsul británico en Guayaquil y posteriormente encargado de negocios en Quito, redactados entre 1828 y fines de 1859 o 1860, fecha de su muerte. Cope recogía valiosas informaciones de presidentes, ministros, comerciantes y otras personas, y las transmitía al Ministerio de Relaciones Exteriores británico en largos despachos. En sus informes incluso se encuentran referencias a la opinión pública de aquel entonces, especialmente cuando informa de rumores y actitudes sobre la política del gobierno.

Para una información general sobre el Ecuador en el período de las intrigas monárquicas floreanas disponemos de las fuentes históricas usuales: documentos gubernamentales, periódicos oficiales e independientes, panfletos, hojas sueltas y correspondencia particular. Estas fuentes arrojan mucha luz sobre el desarrollo del Ecuador durante sus tres primeras décadas; también muestran cuán frágil era gobernar el país, lo que a su vez explica por qué Flores, y más tarde García Moreno, trataron de restaurar la monarquía. Pero ni siquiera todas las fuentes no diplomáticas reunidas revelan incontestablemente que el general Flores tratara de imponer un gobierno realista en el Ecuador. Tampoco los documentos privados del general proveen información de importancia crucial, aunque se puede encontrar en ellos material suplementario de interés. La falta de información concreta y específica sobre las actividades en pro de la restauración monárquica de las fuentes ecuatorianas explica por qué Luis Robalino Dávila y Gustavo Vásconez Hurtado no afirmen claramente que Flores estuviera involucrado en planes monárquicos.

Combinando las fuentes diplomáticas con todos los demás materiales históricos, se puede reconstruir de manera bastante completa las actividades del primer presidente del Ecuador. Los documentos demuestran que el general Flores llegó a convencerse de que el Ecuador era ingobernable bajo instituciones representativas y que sólo una monocracia bajo su propio control o un protectorado extranjero bajo un príncipe europeo podían rescatar al país del caos. Aunque Flores perdió el poder antes de realizar sus planes, nunca dejó de pensar que la monarquía era un régimen más adecuado para América Latina que la república. Los esfuerzos de Flores por recuperar el poder en el Ecuador contribuyeron a provocar una fuerte crisis interna y externa en 1859, lo que estimuló a otro líder, Gabriel García Moreno, a intentar un nuevo proyecto de restauración monárquica. El fracaso de la iniciativa garciana puso fin a todo pensamiento monárquico serio, así como el régimen de Maximiliano terminó con el monarquismo en México.

(…)

Con el beneficio del tiempo transcurrido, se ve claramente que la monarquía tenía poca o ninguna posibilidad de triunfar en las nuevas naciones hispanoamericanas (Nota editorial: Eso aún está por verse). Había demasiados obstáculos para que tuviera éxito un movimiento restaurador. Sin embargo, podemos afirmar que el monarquismo fue más importante de lo que generalmente se cree, especialmente en los países más conservadores y con insalvables problemas políticos y sociales, como el Ecuador y México (Nota editorial: Cabe recordar aquí que la Junta Suprema del 10 de Agosto de 1809 era eminentemente, al punto que hoy es aceptado por la historiografía que los montufaristas, buscaban la proclamación del Marqués de Selva Alegre, “Su Alteza Serenísima” Juan Pío Montúfar como REY DE QUITO). También hubo brotes de monarquismo en otras naciones, tan diversas como Costa Rica, Guatemala, Perú y Argentina. Era una doctrina atractiva, especialmente para los líderes que desconfiaban de las instituciones representativas y aquellas reformas liberales que perturbaban el orden hispánico tradicional. Los monárquicos no siempre eran los conservadores más reaccionarios, pues muchos de los proponentes de las restauración argüían que al recobrar la legitimidad, un jefe de Estado coronado podía permitir más libertad que un dictador. Pero estos sueños de lograr una mayor libertad eran probablemente ilusorios, porque no tomaba en cuenta la fuerte oposición y probable guerra civil que ocasionaría la imposición de un príncipe extranjero, respaldado por tropas extranjeras. La monarquía probablemente no podría haber recobrado la elusiva legitimidad (ciertamente, la de Maximiliano no lo logró), porque la restauración monárquica parecía negar todo el movimiento independentista y el emergente sentimiento nacionalista.

A pesar de su futilidad, el tema del monarquismo merece un cuidadoso examen histórico. La restauración monárquica tenía poca o ninguna posibilidad de éxito en Hispanoamérica, pero líderes importantes creían en ese ideal y a veces actuaban de acuerdo con él. Aunque los proponentes de la monarquía creían que un gobierno realista salvaría del desorden a sus países, no deja de ser irónico que aquellos que hacían tales planes, como el general Flores en el Ecuador, sólo lograron crear más desorden. Las diferencias irreconciliables en cuanto a creencias políticas que separaron a republicanos y monárquicos en el período post- independentista, eran parte de un defectuoso proceso político que continúa, aún hoy, perturbando y confundiendo los esfuerzos por lograr un gobierno republicano estable en América Latina.


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Notas:
*El artículo presentado es la reproducción de la Introducción al libro “El Rey de la Noche”, 2da Edición castellana, Quito, 2005, Ed. Del Banco Central del Ecuador. NO necesariamente se comparte la totalidad de lo expresado.
**Mark Van Aken, historiador estadounidense, doctor en historia por la Universidad Estatal de California, Berkeley, en 1952, ha sido profesor de la Universidad de California, Hayward, y ha publicado aparte de numeroso artículos especializados, Pan Hispanism: Its Origin and Development to 1866 (1959) y Los Militantes: Una historia del movimiento estudiantil uruguayo (1990)

domingo, 24 de octubre de 2010

El Inca Garcilaso y la lengua general. Por Mario Vargas Llosa. Cusco, Peru. 2002.

ENERO DE 2002

Extemporáneos
El Inca Garcilaso y la lengua general
por Mario Vargas Llosa

(((La posteridad real del Inca Garcilaso de la Vega, nos dice Vargas Llosa en esta nueva entrega, no es la del historiador y cronista de Indias, ni siquiera la de ser el primer mestizo americano consciente de su doble herencia, sino que reside en la verdad estética y verbal de una obra escrita con el dominio de una lengua magistralmente aprendida: el castellano.)))


Hijo de un conquistador español y de una princesa inca, nacido en el Cuzco el 12 de abril de 1539, la infancia y juventud de Gómez Suárez de Figueroa transcurrieron en una circunstancia privilegiada: el gran trauma de la conquista y destrucción del Incario era reciente, se conservaba intacto en el recuerdo de indios y españoles, y los fastos y desgarros de la colonización, con sus luchas sangrientas, enconos, quimeras, proezas e iniquidades tenían lugar poco menos que ante los ojos del joven mestizo y bastardo cuya conciencia se impregnó de aquellas imágenes sobre las que su memoria volvería medio siglo después, ávidamente.
A los veinte años, en 1560, Gómez Suárez de Figueroa partió a España, adonde llegó luego de un larguísimo viaje que lo hizo cruzar la Cordillera de los Andes, los arenales de la costa peruana, el mar Pacífico, el Caribe, el Atlántico y las ciudades de Panamá, Lisboa y, finalmente, Sevilla. Fue a la corte con un propósito concreto: reivindicar los servicios prestados por su padre, el capitán Garcilaso de la Vega, en la conquista de América y obtener por ello, de la Corona, las mercedes correspondientes. Sus empeños ante el Consejo de Indias fracasaron, por las volubles lealtades de aquel capitán, a quien perdió la acusación de haber prestado su caballo al rebelde Gonzalo Pizarro en la batalla de Huarina, episodio que atormentaría siempre al joven mestizo y que trató luego de refutar o atenuar, en sus libros. Rumiando su frustración, fue a sepultarse en un pueblecito cordobés, Montilla, donde pasó muchos años en total oscuridad. Salió de allí, por breve tiempo, para combatir entre marzo y diciembre de 1570, en la mesnada del Marqués de Priego, contra la rebelión de los moriscos en las Alpujarras de Granada, donde ganó, sin mucho esfuerzo, sus galones de capitán.
En Montilla, luego en Córdoba, amparado por sus parientes paternos, vivió una existencia ordenada de la que sabemos, apenas, su afición a los caballos, que embarazó a una criada, la que le dio un hijo, que apadrinó abundantes bautismos y negoció unos censos nada menos que con don Luis de Góngora. Y, lo más importante, que se dedicó a leer y estudiar con provecho y vocación pues, cuando, en 1570, aparezca su primer libro, una delicada traducción del italiano al español de un libro de teología y filosofía neoplatónica, los Diálogos de amor, de León Hebreo, el cuzqueño de Montilla, que para entonces ha cambiado su nombre por el de Inca Garcilaso de la Vega, se ha vuelto un fino espíritu, impregnado de cultura renacentista y dueño de una prosa tan limpia como el aire de las alturas andinas. El libro fue prohibido por la Inquisición, y el Inca, cauteloso, se apresuró a dar la razón a los inquisidores admitiendo que no era bueno que semejante obra circulara en lengua vulgar "porque no era para vulgo".
Para entonces, estaba empeñado en una empresa intelectual de mayor calado: la historia de la expedición española a la Florida, capitaneada por Hernando de Soto y, luego, por Luis de Moscoso, entre 1539 y 1543, aprovechando los recuerdos del capitán Gonzalo Silvestre, un viejo soldado que participó en aquella aventura y a quien Garcilaso había conocido en el Cuzco. Aunque, en sus páginas, el Inca alega, dentro de los tópicos narrativos de la época, ser un mero escribiente de los recuerdos de Silvestre y de otros testigos e historiadores de aquella desventurada expedición, La Florida del Inca, impresa en Lisboa en 1605, es, en verdad, una ambiciosa relación de arquitectura novelesca, impregnada de referencias clásicas y escrita con la alianza de peripecias, dramatismo, destellos épicos y colorido de las mejores narraciones caballerescas. Este texto basta para hacer de él uno de los mejores prosistas del Siglo de Oro.
En La Florida, el Inca dice, defendiéndose de una imputación que caerá sobre él en el futuro —ser más un literato que un historiador—: "Toda mi vida, sacada la buena poesía, fui enemigo de ficciones, como son libros de caballerías y otros semejantes" (II, I, XXVIII). No tenemos por qué dudar de su palabra ni de sus buenas intenciones de historiador. Pero acaso podamos decir que, en su tiempo, las fronteras entre historia y literatura, entre realidad y ficción, eran imprecisas y desaparecían con frecuencia. Eso ocurre, más que en ninguna otra de sus obras, en La Florida, una historia que Garcilaso conoció a través de los recuerdos —materia subjetiva a más no poder— de un viejo soldado empeñado en destacar su protagonismo en la aventura, y de apenas un par de testimonios escritos. En verdad, aunque la materia prima de La Florida sea historia cierta, su proyección en el libro de Garcilaso, de prosa cautivadora y diestro manejo narrativo, idealiza el relato verídico hasta trastocarlo en narración épica, en una hermosa ficción histórica, la primera de raigambre hispanoamericana.
Aunque contó con el testimonio del capitán Gonzalo Silvestre, que había participado en la conquista de la Florida en la expedición de Hernando de Soto, y consultó las relaciones de dos testigos presenciales —Juan Coles y Alonso de Carmona— Garcilaso no pisó aquellas tierras, ni conoció a aquellos nativos, ni las lenguas que hablaban, de modo que, pese a sus esfuerzos por ceñirse a la verdad histórica, en La Florida del Inca debió recurrir a menudo a su imaginación para llenar los vacíos y colorear con detalles, precisiones y anécdotas la empresa que narraba. Lo hizo con la eficacia y el talento de los mejores narradores de su tiempo. Se ha dicho que el modelo de esta primera obra de aliento del Inca Garcilaso fueron las novelas de caballerías, y esta realidad salta a la vista cuando se coteja este hermoso libro con las épicas aventuras de Amadises, Espliandanes o Tristán de Leonís.
Son caballerescos los discursos, literarios y altisonantes, que intercambian indios y españoles y la vocación ceremonial que comparten, de lo que es ejemplo eximio la perorata del cacique Vitachuco a sus hermanos que van a persuadirlo de que acepte la paz (II, I, XXI). Los nativos de la Florida tienen el mismo sentido puntilloso de la honra y el honor de los castellanos, la noción renacentista del valor, la reputación, las apariencias, la predisposición a los desplantes y gestos teatrales, y son feroces en sus castigos contra las adúlteras en tanto que no parece enojarlos en absoluto el caso de los adúlteros. Ocurre, como dice Luis Loayza, que

Los indios son en realidad españoles disfrazados; no sólo su estilo sino todas sus ideas son europeas. Cabe suponer que es Garcilaso quien habla por ellos y los hace exponer sus propias opiniones sobre el honor, la fama, la lealtad, el valor, la religión natural, tal vez las injusticias de la conquista. 1

Los nombres de los caciques suenan más a vasco que a aborigen (Hirrihigua, Mucozo, Urribarracuxi) y hay en La Florida algunos animales legendarios, como el lebrel Bruto que captura a cuatro indios en la provincia de Ocali. Las cifras del relato son exageradas, a menudo irreales, y esta inflación imaginaria afecta también a personajes y sucesos. Pero no hay que reprochárselo, pues de estas licencias resultan algunas de las delicias del libro. Por ejemplo, esta descripción del curaca obeso:

Era Capasi hombre grosísimo de cuerpo, tanto que, por la demasiada gordura y por los achaques e impedimentos que ella suele causar, estaba de tal manera impedido que no podía dar un solo paso ni tenerse en pie. Sus indios lo traían en andas doquiera que hubiese de ir, y lo poco que andaba por su casa era a gatas (II, II, XI).

Ni siquiera falta en esta historia caballeresca una aventura sentimental: la del sevillano Diego de Guzmán, enamoradizo y tahúr, que, prendado de una india, hija del curaca Naguatex, a la que pierde en el juego, decide quedarse a vivir entre los indios antes que desprenderse de su amada.
Por lo demás, el Inca no se siente limitado a referir los hechos. Va más allá y describe lo que sus personajes imaginan, algo que no es prerrogativa de historiador sino de novelista. Al cacique Vitachuco

Ya le parecía verse adorar de las naciones comarcanas y de todo aquel gran reino por los haber libertado y conservado sus vidas y haciendas: imaginaba ya oír los loores y alabanzas que los indios, por hecho tan famoso y con grandes aclamaciones, le habían de dar. Fantaseaba los cantares que las mujeres y niños en sus corros, bailando delante de él, habían de cantar, compuestos en loor y memoria de sus proezas, cosa muy usada entre aquellos indios (II, I, XXIII).

Nada de esto desmerece un ápice la poderosa verosimilitud que emana de La Florida y que mantiene en vilo la atención del lector. Pero este poder de persuasión brota más de lo literario que de lo histórico, antes de la destreza narrativa del Inca que de su fidelidad al hecho histórico. Todo el libro está impregnado de episodios y pequeñas anécdotas de extraordinario vigor narrativo, de hechos sorprendentes o situaciones excepcionales que hechizan al lector: "... porque Juan López Cacho, con lo mucho que había trabajado en el agua y con el gran frío que hacía, se había helado y quedado como estatua de palo sin poder menear pie ni mano" (II, II, XIII). O esta tétrica escena, en la que, luego de la batalla los españoles "se ocuparon de abrir indios muertos y sacar el unto para que sirviese de ungüentos y aceites para curar las heridas" (III, XXX). Pero acaso el más soberbio ejemplo sea el episodio en que el cacique Vitachuco, prisionero de Hernando de Soto, luego de un desplante corporal aparatoso —acaso una invocación a la divinidad—, se lanza sobre su captor al que, antes de ser atravesado por diez o doce espadas, desbarata de un puñetazo:

Siete días después de la refriega y desbarate pasado, al punto que el gobernador y el cacique habían acabado de comer, que por hacerlo amigo le hacía el general todas las caricias posibles, Vitachuco se enderezó sobre la silla en que estaba sentado y, torciendo el cuerpo a una parte y a otra, con los puños cerrados extendió los brazos a un lado y a otro y los volvió a recoger hasta poner los puños sobre los hombros y de allí los volvió a sacudir una y dos veces con tanto ímpetu y violencia que las canillas y coyunturas hizo crujir como si fueran cañas cascadas. Lo cual hizo por despertar y llamar las fuerzas para lo que pensaba hacer, que es cosa ordinaria y casi convertida en naturaleza hacer esto los indios de la Florida cuando quieren hacer alguna cosa de fuerzas.
Habiéndolo, pues, hecho, Vitachuco se levantó en pie con toda la bravosidad y fiereza que se puede imaginar y en un instante cerró con el adelantado, a cuya diestra había estado al comer, y, asiéndole con la mano izquierda por los cabezones, con la derecha a puño cerrado le dio un tan gran golpe sobre los ojos, narices y boca que sin sentido alguno, como si fuera un niño, lo tendió de espaldas a él y a la silla en que estaba sentado, y para acabarlo de matar se dejó caer sobre él dando un bramido tan recio que un cuarto de legua en contorno se pudiera oír.
Los caballeros y soldados que acertaron a hallarse a la comida del general, viéndole tan mal tratado y en tanto peligro de la vida por un hecho tan extraño y nunca imaginado, echando mano a sus espadas arremetieron a Vitachuco y a un tiempo le atravesaron diez o doce de ellas por el cuerpo, con que el indio cayó muerto, blasfemando del cielo y de la tierra por no haber salido con su mal intento (II, I, XXVIII).

Pero, aunque La Florida sea ya una obra maestra, el libro que ha inmortalizado y convertido en símbolo a Garcilaso, son los Comentarios Reales, cuya primera parte, dedicada al Imperio de los Incas, se publicaría asimismo en Lisboa, en 1609, cuando el Inca tenía setenta años, y la segunda, llamada Historia General del Perú, sobre las guerras civiles y los comienzos de la Colonia, en 1617, un año después de su muerte. El Inca asegura que sólo escribió "lo que mamé en la leche y vi y oí a mis mayores", es decir, a esos parientes maternos, como Francisco Huallpa Túpac Inca Yupanqui, y los antiguos capitanes del emperador Huayna Cápac —tío de su madre—, Juan Pechuta y Chanca Rumachi, cuyas historias sobre el destruido Tahuantinsuyo maravillaron su infancia, en evocaciones que él graficó de manera fulgurante:

De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes, lloraban sus Reyes muertos, enajenado su imperio y acabada su República. Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus vistas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: Trocósenos el reinar en vasallaje.

Pero, pese a la solidez de sus recuerdos, a sus consultas epistolares a los cuzqueños, y al vasto cotejo que realizó con otros historiadores de Indias, como Blas Valera, José de Acosta, Agustín de Zárate o Cieza de León, los Comentarios Reales deben tanto a la ficción como a la realidad, porque embellecen la historia del Tahuantinsuyo, aboliendo en ella, como hacían los amautas con la historia incaica, todo lo que podía delatarla como bárbara —los sacrificios humanos, por ejemplo, o las crueldades inherentes a guerras y conquistas— y aureolándola de una condición pacífica y altruista que sólo tienen las historias oficiales, autojustificadoras y edificantes. Un gran garcilacista, José Durand, destaca con razón una tesis de Mariano Iberico, esbozada en 1939,2 según el cual esta visión "arquetípica y perfecta" con que el Inca Garcilaso describió el Tahuantinsuyo derivaba de la influencia platónica. El Inca, en efecto, traductor de una obra clásica del platonismo florentino (los Diálogos de amor de León Hebreo), y lector de muchos seguidores italianos de Platón, de Marsilio Ficino a Castiglione, estaba profundamente contaminado de la filosofía del pensador heleno, y es muy plausible que su visión de la "forma ideal del imperio" que describió tuviese tanto o acaso más que ver con la noción platónica de la república ejemplar y prototípica que con la prosaica realidad.
Para resaltar más los logros del Incario, todas las culturas y civilizaciones anteriores o contemporáneas a los Incas las ignora o acusa de primitivas y salvajes, viviendo en estado de naturaleza y esperando que llueva sobre ellas, maná civilizador, la colonización de los incas, cuyo dominio paternalista, magnánimo y pedagógico "los sacaban de la vida ferina y los pasaban a la humana". La descripción de las conquistas de los emperadores cuzqueños es pocas veces guerrera; a menudo, un ritual trasplantado de las novelas de caballerías y sus puntillosos ceremoniales, en el que los pueblos, con sus curacas a la cabeza, se entregan a la suave servidumbre del Incario tan convencidos como los propios incas de la superioridad militar, cultural y moral de sus conquistadores. A veces, las violencias que éstos cometen son el correlato de su benignidad, pues las infligen en nombre del Bien para castigar el Mal, como el Inca Cápac Yupanqui, que, después de reducir pacíficamente incontables pueblos y tribus, ordena a sus generales que, en los valles costeros de "Uuiña, Camaná, Carauilli, Picta, Ouellca y otros" hagan "pesquisa de sodomitas y en pública plaza quemasen vivos los que hallasen, no solamente culpados sino indiciados, por poco que fuese; asimismo quemasen sus casas y las derribasen por tierra y quemasen los árboles de sus heredades, arrancándolos de raíz porque en ninguna manera quedase memoria de cosa tan abominable" (II, XIII). Para ensalzar la civilización materna, el Inca asimila a los emperadores cuzqueños a la corrección política europea y a la implacable moral de la Contrarreforma.
Es verdad que algunas leyes del Imperio eran feroces, como la que penaba a las vírgenes del Sol que rompían sus votos de castidad a ser enterradas vivas y al hombre que las había amado a ser ahorcado, y "sacrificados también su mujer, hijos, criados y también sus parientes y todos los vecinos y moradores de su pueblo y todos sus ganados". Pero se apresura a añadir que esta ley "nunca se vio ejecutada, porque jamás se halló que hubiesen delinquido contra ello, porque... los indios del Perú fueron temerosísimos de sus leyes y observantísimos de ellas, principalmente de la que tocaban en su religión o en su Rey" (IV, III).
Respecto al imperio de los incas, Garcilaso es un legitimista, un leal defensor y mantenedor de la línea oficial cuzqueña y de su tradición excluyente y única. Su odio a Atahuallpa, al que llama "tirano" y presenta como advenedizo, traidor y cruel, es el sentimiento que debía despertar el quiteño en la nobleza incaica cuzqueña aliada a Huáscar, a la que aquél derrotó y despojó, mandando luego asesinar a su medio hermano, el monarca y descendiente legítimo de la línea imperial. Sus parientes maternos y su propia madre, Isabel Chimpu Occllo, vivieron de muy cerca las matanzas que perpetraron los generales de Atahuallpa al ocupar el Cuzco, y aquélla, niña todavía, y su hermano Francisco Túpac Inca Yupanqui, fueron de los miembros de la casa real cuzqueña que escaparon a la carnicería gracias, dice Garcilaso, a que les quitaron "los vestidos reales y poniéndoles otros de la gente común" (XI, XXXVIII). Cuando el Inca describe los crímenes y torturas perpetradas por Atahuallpa contra los cuzqueños, desaparece toda la bonhomía y pacifismo que, según los Comentarios Reales, caracterizaba al Tahuantinsuyo, y su libro estalla en escenas de violencia terrible: pero ésta sirve, justamente, para destacar más, por contraste, la vocación humana y bienhechora del Incario creado por Manco Cápac frente al salvajismo inhumano de sus adversarios.
¿Por qué esta idílica visión del Imperio de los Incas ha alcanzado, pese a las enmiendas de los historiadores, una vigencia que ninguna de las otras, menos fantasiosas, haya merecido? Eso se debe a que Garcilaso fue un gran escritor, el más artista entre los cronistas de Indias, a que su palabra, tan seductora y galana, impregnaba todo lo que escribía de ese poder de sobornar al lector que sólo los grandes creadores infunden a sus ficciones.
Es un gran prosista, y su prosa rezuma poesía a cada trecho. Nos habla del "hervor de las batallas" y asegura que los habitantes de esa República feliz, como en las utopías renacentistas, "trocaban el trabajo en fiesta y regocijo". ¿Por qué lucían tan feraces los maizales? Porque los incas "echaban al maíz estiércol de gente, porque dicen que es el mejor". ¿Qué son esas majestuosas siluetas que surcan los cielos? Las aves que los indios llaman cúntur, que son tan grandes que muchas se han visto tener cinco varas de medir, de punta a punta de las alas. Son aves de rapiña y ferocísimas, aunque la naturaleza, madre común, por templarles la ferocidad les quitó las garras; tienen las manos como pies de gallina, pero el pico tan feroz y fuerte, que de una herronada rompen el cuero de una vaca; que dos aves de aquéllas la acometen y matan, como si fueran lobos. Son prietas y blancas, a remiendos, como las urracas.
Su paisaje favorito es, claro, el de los Andes, "aquella nunca jamás pisada de hombres ni de animales, inaccesible cordillera de nieves que corre desde Santa Marta hasta el Estrecho de Magallanes..." Pero la visión de la costa y sus pálidos desiertos y playas espumosas le inspira también descripciones deslumbrantes, como la de los alcatraces pescando:

A ciertas horas del día, por la mañana y por la tarde —debe ser a las horas que el pescado se levanta a sobreaguarse o cuando las aves tienen más hambre—, ellas se ponen muchas juntas, como dos torres en alto, y de allí, como halcones de altanería, las alas cerradas, se dejan caer a coger el pescado, y se zambullen y entran debajo del agua, que parece que se han ahogado; debe ser por huirles mucho el pescado; y cuando más se certifica la sospecha, las ven salir con el pez atravesado en la boca, y volando en el aire se lo engullen. Es gusto ver caer unas y oír los golpazos que dan en el agua; y al mismo tiempo ver salir otra con la pesca hecha, y ver otras que, a medio caer, se vuelven a levantar y subir en alto, por desconfiar del lance. En suma, es ver doscientos halcones juntos en altanería que bajan y suban a veces, como los martillos del herrero (VII, XIX).

Hombre de vida tranquila y disciplinada, según revelan los documentos que nos han llegado de él, Garcilaso proyecta ese ideal doméstico privado sobre el Imperio de los Incas en el que alaba, antes que nada, "su orden y concierto". La manía de la limpieza era tal, afirma, que los Incas mandaban dar "azotes en los brazos y piernas" a los súbditos desaliñados, y los emperadores cuzqueños, en su manía del aseo, exigían como tributos "canutos de piojos" en su "celo amoroso de los pobres impedidos, por obligarles a que se despiojasen y limpiasen" (V, VI).
Muchas páginas de antología hay en los Comentarios Reales. Pequeñas historias relatadas con la destreza de un cuentista consumado, como la aventura del náufrago Pedro Serrano, precursor y acaso modelo del Robinson Crusoe, o la batalla contra las ratas que protagonizó, un día y una noche, un marinero enfermo en una nave solitaria atracada en el puerto de Trujillo. O legendarias creencias de los antiguos peruanos: la enfermedad de la luna y los conjuros para curarla, por ejemplo, o la peripecia triste de la piedra cansada, traída de muy lejos para la fortaleza del Cuzco pero que "del mucho trabajo que pasó por el camino, hasta llegar allí, se cansó y lloró sangre, y que no pudo llegar al edificio" (VII, XXIX). Episodios épicos, como la conquista de Chile por Pedro de Valdivia y las rebeliones araucanas, o descripciones soberbias, principalmente la evocación del Cuzco, su tierra. A la nostalgia y el sentimiento que contagian a este texto una tierna vitalidad, se suman una precisión abrumadora de datos animados por pinceladas de color que van trazando, en un inmenso fresco, la belleza y poderío de la capital del Incario, con sus templos al sol y sus conventos de vírgenes escogidas, sus fiestas y ceremonias minuciosamente reglamentadas, lo pintoresco de los atuendos y tocados que distinguían a las diferentes culturas y naciones sometidas al Imperio y viviendo en esta ciudad cosmopolita, erizada de fortalezas, palacios y barrios conformados como un prototipo borgesiano, pues reproducían en formato menor la geografía de los cuatro suyos o regiones del Tahuantinsuyo: el Collasuyo, el Cuntisuyo, el Chinchaysuyo y el Antisuyo.
La elegancia de este estilo está en su claridad y en su respiración simétrica y pausada, en sus frases de vasto aliento que, sin jamás perder la ilación ni atropellarse, despliegan, una tras otra, en perfecta coherencia y armonía, ideas e imágenes que alcanzan, algunas veces, la hipnótica fuerza de las narraciones épicas, y, otras, los acentos líricos de endechas y elegías. El Inca Garcilaso, "forzado del amor natural de la patria", que confiesa haberlo impulsado a escribir su libro, esmalta y perfecciona la realidad objetiva para hacerla más seductora, sobre un fondo de verdad histórica con la que se toma libertades aunque sin romper nunca del todo con ella. La acabada artesanía de su estilo, la astucia con que su fantasía enriquece la información y su dominio de las palabras, con las que de pronto se permite alardes de ilusionista, hacen de los Comentarios Reales una de esas obras maestras literarias contra las que en vano se estrellan las rectificaciones de los historiadores, porque su verdad, antes que histórica, es estética y verbal.
El Inca está muy orgulloso de ser indio, y se jacta a menudo de hablar la lengua de su madre, lo que, subraya muchas veces, le da una superioridad —una autoridad— para hablar de los incas sobre los historiadores y cronistas españoles que ignoran, o hablan apenas, la lengua de los nativos. Y dedica muchas páginas a corregir los errores de traducción del quechua que advierte en otros cronistas a quienes su escaso o nulo conocimiento del runa-simi conduce a error. Es posible, sin embargo, que este quechua del que se siente tan orgulloso y que se jacta de dominar, en verdad se le estuviese empobreciendo en la memoria por las escasas o nulas ocasiones que tenía de hablarlo. Hay, a ese respecto, en La Florida del Inca, una dramática confesión, comparando su caso con el del soldado español Juan Ortiz, cautivo por más de diez años de los indios de los cacicazgos de Hirrihigua y de Mucozo y que, cuando van a rescatarlo unos españoles dirigidos por Baltasar de Gallegos, descubre que ha olvidado el español y apenas puede balbucear "Xivilla, Xivilla" para que lo reconozcan. Dice el Inca que, al igual que Juan Ortiz entre los indios, por no tener él en España "con quien hablar mi lengua general y materna, que es la general que se habla en todo el Perú... se me ha olvidado de tal manera... que no acierto ahora a concertar seis o siete palabras en oración para dar a entender lo que quiero decir" (La Florida del Inca, II, I, VI). El idioma en el que dice todo esto no es el quechua sino el español, una lengua que este mestizo cuzqueño domina a la perfección y maneja con la seguridad y la magia de un artista: una lengua a la que, por sus ancestros maternos, por su infancia y juventud pasadas en el Cuzco, por su cultura inca y española, por su doble vertiente cultural, él colorea con un matiz muy personal, ligeramente exótico en el contexto literario de su tiempo, aunque de estirpe bien castiza. Hablar de un estilo mestizo sería redundante, pues todos lo son: no existe un estilo puro, porque no existen lenguas puras. Pero la de Garcilaso es una lengua que tiene una música, una cadencia, unas maneras impregnadas de reminiscencias de su origen y condición de indiano, lo que le confiere una personalidad singular. Y, por supuesto, pionera.
El logro extraordinario del Inca Garcilaso de la Vega —dicho esto sin desmerecer sus méritos sociológicos e historiográficos—, antes que en el dominio de la Historia, ocurre en el lenguaje: es literario. De él se ha dicho que fue el primer mestizo, el primero en reivindicar, con orgullo, su condición de indio y de español, y, de este modo, también, el primer peruano o hispanoamericano de conciencia y corazón, como dejó predicho en la hermosa dedicatoria de su Historia General del Perú: "A los Indios, Mestizos y Criollos de los Reynos y Provincias del grande y riquísimo Imperio del Perú, el Ynca Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad". Sin embargo, curiosamente, este primer "patriota" del que nos reclamamos los peruanos, al afirmar antes que ningún otro su idea de Patria, encontró y asumió bajo este vocablo una fraternidad mucho más amplia que la de una circunscrita nacionalidad, la de un vasto conglomerado que, poco más o poco menos, se confunde con la colectividad humana en general. No fue esta una operación consciente, desde luego: es algo que resultó de sus intuiciones, de sus lecturas universales y de su sensibilidad generosa, y, por cierto, de ese humanismo sin fronteras que bebió de la literatura renacentista, un espíritu ecuménico muy semejante, por lo demás, a la idea de ese Imperio de los Incas que él popularizó: una patria de todas las naciones, una sociedad abierta a la diversidad humana. Llamándose "indio" a veces, y a veces "mestizo", como si fueran términos intercambiables y no hubiera en ellos una incompatibilidad manifiesta, el Inca Garcilaso reivindica una Patria, precisando "yo llamo así todo el Imperio que fue de los Incas" (IX, XXIV). Por lo demás, este hombre tan orgulloso de su sangre india, que lo entroncaba con una civilización de historia pujante y altamente refinada, no se sentía menos gratificado de su sangre española, y de la cultura que heredó gracias a ella: la lengua y la religión de su padre, y la tradición que lo enraizaba en una de las más ricas vertientes de la cultura occidental. El inventario que se hizo de su biblioteca, a su muerte, es instructivo: su curiosidad intelectual no conocía fronteras. En él figuran, además de autores castellanos, muchos clásicos helenos, latinos e italianos, Aristóteles, Tucídides, Polibio, Plutarco, Flavio Josefo, Julio César, Suetonio, Virgilio, Lucano, Dante, Petrarca, Boccaccio, Ariosto, Tasso, Castiglione, Aretino y Guicciardini, entre muchos otros.
Lo notable y novedoso —revolucionario, habría que decir— en la actitud del Inca frente al tema de la Patria, lo que ahora llamaríamos "la identidad", es que es el primero en no ver la menor incompatibilidad entre un patriotismo inca y un patriotismo español, sentimientos que en él se entroncaban y fundían, como un todo indisoluble, en una alianza enriquecedora. Por eso, nadie trate de valerse de las bellas páginas que escribió el Inca Garcilaso de la Vega para acarrear agua al molino del nacionalismo. El autor de los Comentarios Reales está en las antípodas de la visión limitada, mezquina y excluyente de cualquier doctrina nacionalista. Su idea del Perú es la de una Patria en la que cabe la diversidad, en la que "se funden los contrarios" (la idea que George Bataille tenía de lo humano): esa aptitud para abrirse a las demás culturas e incorporarlas a la propia, que tanto admiraba en sus ancestros Incas. Por eso, al final, la imagen de su persona que su obra nos ha legado es la de un ciudadano sin bridas regionales, alguien que era muchas cosas a la vez sin traicionar ninguna de ellas: indio, mestizo, blanco, hispano-hablante y quechuahablante (e italia-nohablante), cuzqueño y montillano o cordobés; indio y español, americano y europeo. Es decir, un hombre universal.
Pero, acaso más importante todavía que cualquier consideración sociológica derivada de su obra, sea el que, gracias a la cristalina y fogosa lengua que inventó, fuera el primer escritor de su tiempo en hacer de la lengua de Castilla una lengua de extramuros, de allende el mar, las cordilleras, las selvas y los desiertos americanos: una lengua no sólo de blancos, ortodoxos y cristianos, sino también de indios, negros, mestizos, paganos, ilegítimos, heterodoxos y bastardos. En su retiro cordobés, este anciano devorado por el fulgor de sus recuerdos perpetró, el primero de una vastísima tradición, un atraco literario y lingüístico de incalculables consecuencias: tomó posesión del español, la lengua del conquistador y, haciéndola suya, la hizo de todos, la universalizó. Una lengua que, como el runa-simi, que él evocaba con tanta devoción, se convertiría desde entonces, igual que el quechua, en la lengua general de los pueblos del Imperio de los Incas, en la lengua general de muchas razas, culturas, geografías: una lengua que, al cabo de los siglos, con aportes de habladores y escribidores de varios mundos, tradiciones, creencias y costumbres, pasaría a representar a una veintena de sociedades desparramadas por el planeta, y a cientos de millones de seres humanos, a los que ahora hace sentirse solidarios, hijos de un tronco cultural común, y partícipes, gracias a ella, de la modernidad.
Este ha sido, desde luego, un vastísimo proceso, con innumerables figurantes y actores. Pero, si hay que buscar un principio al largo camino del español, desde sus remotos orígenes en las montañas asediadas de Iberia hasta su formidable proyección presente, no estaría mal señalarle como fecha y lugar de nacimiento los de los Comentarios Reales que escribió, hace cuatro siglos, en un rincón de Andalucía, un cuzqueño expatriado al que espoleaban una agridulce melancolía y esa ansiedad de escribidor de preservar la vida o de crearla, sirviéndose de las palabras. -

jueves, 9 de septiembre de 2010

La monarquía ha muerto; ¡larga vida a la Corona! PERU



La monarquía ha muerto; ¡larga vida a la Corona!
Retorno: los movimientos realistas, que en muchos casos no son más que una minoría ruidosa, están echando raíz en toda Europa, inclusive en países con linajes extinguidos hace siglos.
Domingo 28 de diciembre de 1997 | Publicado en edición impresa

ESTRASBURGO.- Hace unos días el Parlamento italiano se pronunció en favor del regreso de la casa reinante de Saboya a la península, quebrando así una tradición de medio siglo de intransigencia.

Fue un voto cerrado (276 contra 204) que no llegó a abrir las fronteras al pretendiente del trono en Roma. Lejos está, en realidad, de hacerlo: la exclusión de la familia real está escrita con todas las letras en la Constitución de 1947.

Para modificar la Carta Magna hace falta que el proyecto sea votado por el Senado antes de volver nuevamente a las dos cámaras donde debe obtener, en segunda lectura, una mayoría de los dos tercios. Un largo recorrido legislativo que no sería raro que termine en punto muerto.

Aún así, el episodio tuvo la cualidad de recordar la existencia de infinidad de "altezas reales" que, como almas en pena, siguen en busca de los tronos perdidos a lo largo de este siglo acompañados siempre por un grupo de nostálgicos que sueñan con ser, en la mayoría de los casos, parte de su extendida corte.

Con el Muro de Berlín transformado en polvo, los movimientos realistas están echando nuevas raíces en Europa aun cuando, por el momento, no sean más que una minoría ruidosa.

Pero, aun cuando 7 de los 15 países de la Unión Europea tienen cabezas coronadas como jefes de Estado, es aquí donde los movimientos monárquicos hallan los huesos más duros por roer.

El caso del heredero italiano es un buen ejemplo. Víctor Manuel tenía 6 años cuando, en 1946, su familia abandonó el país al conocer el resultado del referendum que dio nacimiento a la República. Con esto en mente, muchos italianos abrigaban la esperanza de que el pretendiente no dudara en excusarse, en nombre de su abuelo, por haber sido el único soberano europeo que sancionó, en 1938, un paquete de leyes antisemitas.

Víctor Manuel no sólo se niega a pedir perdón sino que ha dicho recientemente que las leyes raciales "no fueron tan malas". Como si esto no fuera suficiente para defender su situación de indeseable, el hombre también se resiste a jurar fidelidad a la República. Y el hecho de que hace unos años fuera acusado de asesinar a un turista en la isla de Cavallo ayuda poco a mejorar sus perspectivas.

Un solo factor corre en su favor: el pasado ilustre de la familia Saboya como garantes de la unidad italiana durante el siglo pasado.

Con la república de Padania y el fantoche principado de Seborga trepándose a los titulares de los diarios, algunos quieren transformar a Víctor Manuel en un salvavidas de emergencia del actual Estado-Nación. Sus seguidores encuentran difícil, sin embargo, extender esa impresión a una población que tiende a confiar más en el factor aglutinante de la burocracia de la Unión Europea.
Vítores y leyendas nórdicas

Los problemas de los defensores de las monarquías son múltiples.

Algunos son de su propia creación (la lucha en Francia entre las dinastías borbonas, de Orleáns y bonapartistas es un importante obstáculo), otro producto de un pasado doloroso aún fresco (como lo ha probado varias veces el ex rey Constantino al intentar abandonar su exilio londinense para poner pie en las prohibidas costas griegas) o por la admisión del final de una era por parte de sus propios ídolos (el nieto del último emperador austro-húngaro Otto von Habsburg dio la espalda al trono para poder sentarse en el Parlamento Europeo). En Europa del Este, las cosas son distintas. Hasta 1989, los reyes y su geriátrica tropa parecían destinados a la extinción. Pero la caída de otro tipo de reino, el comunista, dio un tónico de juventud a sus ideales.

El ex rey Miguel de Rumania fue vitoreado por decenas de miles de personas durante su primera visita para la Pascua ortodoxa de 1992. El ex rey Simeón II de Bulgaria tuvo similar experiencia en 1996. En Rusia, miles de exiliados zaristas regresaron para ponerse al frente de las primeras empresas capitalistas lanzando al mismo tiempo un movimiento de reivindicación de la última familia real (la batalla dinástica entre el descendiente de Alejandro II, Georges, de 16 años, y los Romanov complica, sin embargo, su futuro).

Movimientos realistas comenzaron a surgir hasta en países donde el linaje monárquico se extinguió hace siglos.

Tales son los casos de Polonia, donde el rey Estanislavo II, depuesto en 1795, no ha dejado descendencia; Georgia, que cuenta con un popular pretendiente al trono que no habla una sola palabra de georgiano y cuya familia perdió el poder el 1801; y Estonia, donde es necesario remontarse a más de 600 años de leyendas nórdicas para encontrar respaldo histórico al partido monárquico que en 1992 llegó a colocar seis representantes en el Parlamento nacional.
Pasiones imperialistas

Pero las pasiones imperialistas de algunos no han hecho más que hacer temblar tanto a sus potenciales súbditos como a la comunidad internacional.

El ex rey Leka de Albania (cuya casa real fue creada por un dictador en 1928) obtuvo este año un 35 por ciento de los votos en un referendum constitucional efectuado en medio de tiros.

Un resultado remarcable si se tienen en cuenta los antecedentes de este gigantón de 2,10 metros de alto: fue arrestado en Tailandia por tráfico de armas en 1977, expulsado dos años más tarde de España por tenencia de explosivos y vive desde entonces en Sudáfrica donde mantiene un cuerpo de guerrilleros ("guardia real") que en 1982 hizo un fracasado intento de desembarco en Albania.

A Leka poco le interesa el concepto de monarquía parlamentaria. Su ambición es reinar con mano de hierro sobre todos los albaneses, es decir, no sólo los 3,5 millones que viven bajo la bandera nacional sino también sobre los que residen en otros rincones de los Balcanes, como Kosovo y numerosos enclaves de Croacia.

Similares ideas pasan por la cabeza de los partidarios de Alejandro de Yugoslavia. Su estirpe tiene larga data en Serbia, pero sus seguidores, que se nutrieron de ultranacionalismo durante el régimen comunista, no se cansan de recordarle que es descendiente de la casa real que creó en 1929 el nombre de Yugoslavia ("la nación sureña de los eslavos") tras poner bajo un mismo estandarte a Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia.

En 1991, Alejandro fue acogido triunfalmente en Belgrado, invitado por el Movimiento de Renovación Serbia y Realista. Pero su permanencia en Inglaterra durante la guerra que estallaría meses más tarde, incluido el período de embargo al que fue sometida la ex Yugoslavia, redujo el número de adeptos.

Esgrimir la carta nacionalista para ganar el terreno perdido resulta una gran tentación. La jugada, sin embargo, es peligrosa. Alejandro no sólo se arriesga a echar leña a un fuego que todavía no se ha extinguido del todo sino también a contrariar a uno de sus "colegas": el príncipe Nicolás de Montenegro.

Este arquitecto, de 53 años, abandonó su hogar parisiense una sola vez para vigilar en 1989 el retorno de las cenizas de su bisabuelo, Nicolás I, al suelo nacional. La recepción fue tan positiva que desde entonces ha hecho poco por desalentar a los que sueñan con verlo abandonar la regla por el ancestral cetro montenegrino.

Por Graciela Iglesias

LOS PROYECTOS MONÁRQUICOS EN PERU, COLOMBIA Y ECUADOR EN EL SIGLO XIX. PERU.

LOS PROYECTOS MONÁRQUICOS EN PERU, COLOMBIA Y ECUADOR EN EL SIGLO XIX
Por el Dr. Francisco M. de las Heras y Borrero
Presidente de la Diputación de esta Casa Troncal .
En este año de 2010, en el que se conmemora el Bicentenario de la Independencia de Hispanoamérica, se vuelve a desempolvar los hechos históricos que dieron origen a tan significativo acontecimiento.
Exceptuado el caso de México, donde se establecieron dos imperios tras su independencia de España, el tema de la eventual instauración de una monarquía en las antiguas colonias españolas en el periodo post-independentista ha permanecido ignorado, sin que se le haya dedicado la atención e importancia que el mismo requiere.
Fruto de las contradicciones de una época convulsa, confrontación ideológica y pasiones encontradas, la fórmula de gobierno republicana no aparecía en los primeros momentos como la única posible ni la más deseable por la ciudadanía. La causa de la monarquía también tenía sus partidarios entre los independentistas, muchos de los cuales militaron dentro y fuera de las filas republicanas.
Animados por el interesantísimo estudio de Bernardo Lozier Almazán, Caballero del Capítulo de Argentina de los Doce Linajes de Soria, relativo a los proyectos de instauración de una monarquía en los territorios del Río de la Plata, y al que recientemente hemos hecho referencia en el Blog, incursionamos hoy brevemente a través de los proyectos para establecer una monarquía en Perú, Colombia y Ecuador, episodios que, mucho de ellos, no son de conocimiento público.
Ojala que la historiografía actual, sobre todo los numerosos especialistas en Historia de América de nuestras universidades, profundicen en esta materia tan poco estudiada.
1 – PROYECTOS PARA ESTABLECER UN REINO EN PERU.
El compartir sentimiento monárquicos y republicanos no fue en los primeros momentos de la independencia un hecho excepcional. Un buen ejemplo de ello nos lo brinda don José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete, V Marqués de Montealegre de Aulestia, quien dejando a un lado honores, títulos, fortuna y posición social, militó de forma decidida en pro de la causa revolucionaria, lo cual no le impidió contemplar, al mismo tiempo, la monarquía como una respuesta a la nueva situación política.

Tras algunas vacilaciones iniciales, Riva-Agüero coincide en lo básico con las ideas del General José de San Martín, expuestas en septiembre de 1820 en la Conferencia de Miraflores. Allí, en forma reservada, se plantea la coronación de un príncipe de España en el Perú independizado. San Martín quería realizar la independencia por medio de los españoles, pero quería que previamente fuese reconocida por la metrópolis, fracasando por esta causa las negociaciones, bastante avanzadas, de Punchauca. Ante esta situación, el General San Martín, ya rigiendo el Protectorado, opta por la acción directa ante las potencias europeas de acuerdo y en conexión con la nobleza limeña. Así, al crearse por el Estatuto Provisorio, el 8 de octubre de 1821, un Consejo de Estado se encomienda a García del Río y Paroisien y otros comisionados la búsqueda de un rey para el Perú. Llevaban en cartera una lista compuesta por Leopoldo de Saxe Coburgo, que más tarde sería rey de los belgas, algún príncipe de la casa de Brunswick, Austria, Rusia, Francia o Portugal, y en último caso solicitar de España a don Luís de Borbón, duque de Luca, sin que se llegue a nada en concreto.

En sintonía con la idea monárquica, el Consejo de Estado declara a los títulos de Castilla como títulos de Perú, previa convalidación de los oportunos despachos y crea la Orden del Sol, cuyos miembros tenían carácter hereditario para así formar una nueva nobleza.
Años más tarde, Riva-Agüero, desterrado en Europa, casado en julio de 1826 con la princesa Carolina de Loos Corswarem, perteneciente a una casa que había sido soberana de un ducado pequeño en el antiguo imperio germánico, es acusado de financiar, según la información despachada por el gobierno de Méjico al gobierno de Perú en octubre de 1827, una expedición de aventureros a América con el objeto de coronarse él o coronar a un príncipe alemán o al infante don Francisco de Paula de Borbón.

Vemos, pues, cómo el dilema monarquía-república estuvo presente durante casi una década y media entre los partidarios de la independencia del Perú, que no tenían claro en los primeros años la fórmula o sistema de gobierno más aconsejable. Intrigas internacionales y los intereses políticos de Inglaterra y otras potencias darían al traste con estos proyectos.
No obstante, el sentimiento monárquico y estima de la nobleza quedó hondamente arraigado en la sociedad peruana. En 1869, casi cincuenta años después de iniciado el proceso independentista, aún seguía figurando en las partidas matrimoniales la condición noble de los desposados. A este respecto, tenemos delante de nuestra vista la partida de casamiento de Don Marcelino Arévalo y Orbe, quien contrajo matrimonio el 29 de Octubre de 1869 en la Santa Iglesia de Tarapoto, Perú, con Doña María de las Mercedes Iglesias y Pérez-Albán, registrados ambos con el calificativo de "Nobles". Entre los brillantes entronques del linaje de Don Marcelino figura el establecido con Doña María Catalina de Caravantes y Arana, Dama nacida en Soria perteneciente al Linaje Don Vela de la Casa Troncal de los Doce Linajes, casada con Don Hernando de Cárdenas y Zapata, Conquistador de Perú, fallecido en 1583. Los datos, anteriormente expuestos, lo hemos extraído de la documentación obrante en el expediente de ingreso, presentado ante esta Casa Troncal por el joven caballero peruano don Alexis Rolando Arévalo y Vergara.
2 - COLOMBIA: UNA CORONA PARA SIMÓN BOLIVAR.
General victorioso, hombre querido y admirado, Simón Bolívar pudo convertirse en "Rey". En efecto, El Libertador recibió la propuesta formal de ceñir la corona real de la Gran Colombia. Esta propuesta, dentro de una cierta efervescencia, fue efectuada por los mantuanos de Caracas y un partido de Bogotá. Pero con la llegada, en 1827, de Bolívar a Colombia y Venezuela se calman los ánimos.

No obstante, el 14 de abril de 1829 se presentan en Bogotá el conde Charles de Bresson y el duque de Montebello quienes, a despecho de la opinión de Simón Bolívar, comienzan a trabajar para la instauración de una monarquía en Colombia. El duque de Montebello propone, nada menos, que casar a El Libertador con una princesa de la Casa de Orleans.
Con Bolívar ausente, enfermo en Guayaquil, los encargados en Bogotá del poder ejecutivo, Urdaneta, Castillo, Restrepo y Castillo y Rada, apoyados por Estanislao Vergara, un monárquico de toda la vida, conspiran para complacer a los enviados franceses. El General Páez, pese a la insistencia epistolar de Urdaneta, no es partidario de cambiar la forma de gobierno.
Cuando El Libertador regresa de nuevo a Bogotá, se reúne, el 16 de enero de 1830, con el Consejo de Ministros y recibe un documento en el que se le informa de que dicho Consejo “después de un detenido estudio sobre la forma de gobierno que más conviene a la nación, acordó por unanimidad que la monarquía constitucional presenta todo el vigor y estabilidad que debe tener un gobierno bien cimentado”.
Bolívar ante semejante proposición monta en cólera, pide la renuncia inmediata a los ministros e instala su Congreso Admirable el 20 de enero, retomando Colombia su curso republicano. El proyecto monárquico había, definitivamente, fracasado.
3 – PROYECTOS MONÁRQUICOS EN ECUADOR.
Un primer intento de establecer una monarquía propia en el territorio de la Real Audiencia de Quito se produce tras la revolución quiteña de 10 de agosto de 1809.
Los criollos, sublevados al poder de Madrid, nombraron la Junta de Gobierno Autónoma, a cuyo frente pusieron al más popular de los nobles locales de aquel entonces, Juan Pío de Montúfar, II Marqués de Selva Alegre, al que en el acta de independencia pasan a denominar “Su Alteza Serenísima”, prueba inequívoca del destino real del interesado. El proyecto no sigue adelante ya que la otra facción de la Junta Soberana decide devolver el poder al rey de España.

Un segundo proyecto se debe al General Juan José Flores, quien, tras 14 años en el poder, se convenció de que sólo la monarquía podía rescatar a Ecuador del caos en que le había sumergido la república.

Flores había nacido en Puerto Cabello, Venezuela, en 1800. Su madre, Rita Flores, era una mujer humilde y su padre, Juan José Aramburu, un rico comerciante vasco, aunque no existen documentos que lo avale. A la edad de treinta años ya estaba en la cumbre de su vida política al ser nombrado Primer Presidente del Ecuador, cargo que desempeñó en tres oportunidades hasta que en 1845 fue obligado a salir del país tras la derrota sufrida en la Revolución del 6 de marzo.
Fue casi al final de su mandato cuando decidió enviar una serie de cartas a la Reina Regente de España María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, quien había contraído nuevas nupcias con don Agustín Muñoz y Sánchez, I duque de Riánsares. En dichas cartas, el Presidente Flores solicitaba la restauración de la monarquía en Ecuador en la persona de Agustín Muñoz y de Borbón, I Duque de Tarancón, que contaba 8 años, hijo de la Regente y el Duque de Riánsares.

El plan de Juan José Flores constaba de dos partes. En la primera se declaraba Príncipe de Ecuador al Duque de Tarancón, bajo la regencia de su madre Doña María Cristina. En la segunda se le convertiría en monarca de un hipotético Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, con trono en la ciudad de Quito. Cuando todo estaba organizado, Flores fue depuesto y los planes se vinieron abajo. Desde el exilio intrigaría y movería influencias a favor de su proyecto sin resultado alguno.

Aún todavía en 1859 se produciría un último intento de instaurar un régimen monárquico en Ecuador, condenado igualmente al más absoluto trabajo. El entonces Presidente Gabriel García Moreno desarrolló un proyecto de protectorado que envió a Napoleón III, quien lo rechazaría de plano.
Y aquí concluimos estas breves notas sobre los intentos de establecer una monarquía en estos antiguos territorios de la Corona de España, dejando a plumas mucho más capacitadas que la mía el estudio minucioso de los acontecimientos esbozados. La celebración del Bicentenario de la Independencia de la América Hispana es más que una buena excusa para ello.

Una oportunidad para la monarquía en Brasil


Una oportunidad para la monarquía en Brasil
El 7 de septiembre de 1993 se celebrará un referéndum sobre la forma de Gobierno

JOSE COMAS ENVIADO ESPECIAL, - Río de Janeiro - 21/05/1991


La posibilidad de que Brasil se convierta en monarquía tras el plebiscito previsto por la Constitución para el 7 de septiembre de 1993 ha dejado de ser tomada a chirigota. Los monárquicos se organizan para ganar el plebiscito, pero están divididos en dos líneas de la familia Orleans Braganza, descendiente del emperador Pedro II. En este conflicto se mezclan cuestiones dinásticas y políticas.

* Revuelta en la familia imperial

La noticia en otros webs

* webs en español
* en otros idiomas

Al principio parecía una broma cuando el diputado de la Asamblea Constituyente Antonio Cunha Bueno consiguió incluir en la nueva Constitución brasileña, promulgada el 5 de octubre de 1988, la disposición transitoria que obligará al electorado a decidir en un plebiscito sobre la forma de Gobierno, "república o monarquía constitucional", y también sobre el sistema de gobierno, "parlamentarismo o presidencialismo".La discusión sobre el sistema -presidencialista o parlamentario- ya está abierta, pero los monárquicos no se quedan atrás y han empezado con fuerza su campaña para llevar al trono a un heredero de Pedro II. El último emperador de Brasil salió junto con su familia hacia el exilio hace más de un siglo, el 17 de noviembre de 1889, dos días después de proclamarse la república.

El argumento central de los monárquicos es que la ya centenaria república no funcionó en Brasil. En anuncios aparecidos de forma esporádica en la prensa brasileña, con la firma del Movimiento Parlamentario Monárquico (MPM), se enumera como balance de un siglo de república: "Seis disoluciones del Congreso, tres presidentes impedidos de asumir, nueve Gobiernos autoritarios, dos largos periodos dictatoriales, 19 rebeliones militares, 12 estados de sitio" y un largo etcétera de calamidades y problemas políticos.

Como contraste de esta relación histórica, se presenta el ejemplo de las monarquías constitucionales, entre ellas España, y se dice que "como prueba la historia de esos países, la monarquía parlamentaria es el mejor seguro contra golpes, renuncias, corrupción, inestabilidad política y económica".

El tema ya no se toma a broma y los comentaristas políticos empiezan a dedicarle atención. En su despacho del Congreso en Brasilia, el diputado Cunha Bueno, del Partido Democrático Social (PDS), que, a pesar de este nombre, es un partido de derechas, asegura: "No soy monárquico por diletantismo, sino bajo la constatación de la realidad de que la república no ha funcionado desde hace 102 años. No merece la pena pelearse para que funcione. Han sido experiencias largas y duras. Yo quiero un Brasil diferente, donde no sólo cambien las personas, Sarney, Collor o Lula, porque todo va a seguir lo mismo. Quiero cambiar el sistema y la forma de gobierno". Además de artífice de la disposición transitoria para el plebiscito sobre la forma de gobierno, Curiha Bueno se ha convertido en punta de lanza del movímiento para la vuelta al trono de Brasil del heredero del emperador.

Los monárquicos han iniciado la publicación de un boletín llamado Cara y Corona, equivalente a cara y cruz, que es una especie de portavoz para la candidatura de Pedro Gastón de Orleans y Braganza, de 78 años, como pretendiente al trono de Brasil. El descendiente del emperador Pedro II parece dispuesto a descender a la arena política.
El heredero

En una entrevista que publica el número de mayo de Cara y Corona, Pedro Gastón compara la sobriedad de la monarquía con el despilfarro de los presidentes brasileños: "La realidad del mundo muestra que la monarquía parlamentaria es mucho más austera que la república, pues cuesta mucho menos dinero. El ex presidente [José] Sarney estuvo en la Unión Soviética con dos Jumbos llenos de gente. Don Pedro II fue a Rusia con una comitiva de cuatro personas y todo pagado de su bolsillo. La pompa puede existir sin costar nada y hasta rendir dividendos con el turismo". Añade Pedro Gastón que un paseo en carroza de gala de la reina de Inglaterra cuesta menos que uno en reactor del presidente de la república y argumenta que el rey de Noruega andaba en tranvía cuando la crisis energética.Sobre el balance de la república dice Pedro Gastón: "Prometió ciencia, industria, progreso. Hoy atravesamos una recesión sin precedentes y hasta el cólera, erradicado del país en el imperio, resurge con toda fuerza. después de 100 años".

Para Pedro Gastón de Orleans y Braganza son argumentos en favor de la monarquía el ejemplo de Japón, "la mayor potencia tecnológica", con su monarca, y de España, donde el mérito de crecer y redimirse del atraso "en gran parte es debido a mi sobrino Juan Carlos (sobrino directo de mi mujer), que con su autoridad de jefe de Estado garantizó la estabilidad necesaria para el desarrollo del país".

Las encuestas dan en estos momentos a la monarquía un 13% de partidarios, pero la cifra ya fue más alta, un 22%, en enero de 1988. La volubilidad del electorado es capaz de producir vuelcos asombrosos. En las últimas municipales, en noviembre de 1988, un mono del zoológico de Río de Janeiro consiguió una votación considerable.
El 'alma popular'

Los monárquicos argumentan que en el alma popular existe en Brasil una tendencia innegable hacia la monarquía y sus símbolos. Esto lo demuestra la presencia constante en los medios de comunicación de calificativos como el rey Pelé, o el rey de la soja para aludir al empresario Olacyir de Moraes, o toda la simbología de los reyes del carnaval brasileño.

¿UN REY EN ARGENTINA? Publicado el 08/Abril/1993 | 00:00


¿UN REY EN ARGENTINA?

Publicado el 08/Abril/1993 | 00:00



Uruguay Alemania en vivo


Buenos Aires. 08.04.93. Un movimiento monárquico para instalar un
rey en la Argentina, tal vez como opción al eventual fracaso de
la reelección del presidente Carlos Menem o para evitar los
periódicos recambios constitucionales, existe en el país y
pretende, como Brasil, un plebiscito para concretarlo, informó
este miércoles el matutino Ambito Financiero.

Tal Movimiento Monárquico Argentino o "club de la Corona" se
reune semestralmente desde 1987 y según reveló al diario su
dirigente Mario Carosini, entre sus adherentes hay
"profesionales, obreros, intelectuales, escritores y gente de
variados niveles sociales".

Además, agregó, "hay gente de todos los partidos, peronistas,
radicales, conservadores. Incluso cuando vino el líder monárquico
brasileño Antonio Cunha Bueno, estuvieron con él varios senadores
nacionales que tienen simpatías monárquicas".

Los monárquicos criollos, destacó el matutino, desean un
plebiscito que designe una convención constituyente quien, a su
vez, determine cuál será la Casa Real encargada de conducir los
destinos de la Argentina.

Según Carosini, "estamos seguros de que se daría entre nosotros
lo que está produciendo en Brasil, donde hay una fuerte corriente
en favor de la monárquía, que se expresará en el plebiscito del
21 de abril".

El diario comentó, por su lado, que "es muy probable que Carlos
Menem no logre la reforma constitucional que le permita
permanecer en el poder. Sin embargo, su obsesión dejará un
legado. Tanto dinamizó la imaginación institucional de los
vecinos y de tal modo le quitó reparos a la voluntad por
envejecer en la primera magistratura, que hoy el mercado político
argentino ofrece también una opción monárquica".

Desde la Casa de Gobierno todavía no hubo reacciones.

sábado, 14 de agosto de 2010

LOS MOVIMIENTOS MONARQUICOS. PERU.

Los Movimientos Monárquicos
LOS MOVIMIENTOS MONARQUICOS
Esta conferencia dio don Pedro Schwenzer como Presidente de la Asociación Monárquica Europea durante el curso de verano sobre monarquía de la Universidad del Mediterráneo en Melilla en agosto de 1992. Por su interés se reproduce aquí. Las referencias a los movimientos monárquicos son de aquella fecha, por lo que pueden haber cambiado bastante en cuanto a las organizaciones pequeñas. Conviene consultar el Directorio Monárquico actualizado en Papeles para la Acción Monárquica (véase enlace Blog Documentación en el lateral del blog) que contiene las direcciones actualizadas en letra negra, las direcciones en azul no necesariamente son actuales. El autor prevé una actualización del estudio.


Los Movimientos Monárquicos y su relevancia político-social para el mantenimiento y la restauración de regímenes monárquicos. Historia, presente y futuro. La Prensa Monárquica.

Definición del término "Movimiento"

Generalmente se entiende por movimiento una corriente de opinión o acción de carácter social o político que agrupa a un número elevado de personas sin una estructura organizativa propia, aunque bien puede contar con el apoyo de grupos organizados que defienden una idea básica.


Definición del término "Movimiento Monárquico"

En contraposición al significado genérico de "movimiento", se suele denominar "movimiento monárquico" a cualquier entidad monárquica formada por la asociación de personas en defensa de la causa monárquica. Esta entidad, en la mayor parte de los casos, no es un movimiento de masas, sino una asociación que no cuenta necesariamente con un elevado número de asociados o militantes.

Lo que sí es una connotación habitual de esta denominación es que se trata generalmente de grupos con un planteamiento de acción política al estilo de los partidos políticos.

El término "Movimiento Monárquico" utilizado como concepto general, engloba tanto a verdaderos movimientos como a todos los demás grupos que se llaman asociaciones, ligas, partidos etc.

Verdaderos movimientos con varios miles de asociados y militantes (simpatizantes) existen pocos y se decribirán más adelante al explicar la situación en cada uno de los países. Sirvan de momento como ejemplos el Movimento Monárchico Italiano y el Movimento Parlamentarista Monárquico de Brasil o el Partido Popular Monárquico de Portugal.

La inmensa mayoría son grupos del tipo "asociación" o de "círculo", limitándose los primeros a una acción de base (defensa y estudio de la idea monárquica) y los segundos a una actitud más contemplativa, siendo estos círculos generalmente de tendencia "legitimista".

El origen de los Movimientos Monárquicos. Los movimientos históricos. Origen de los movimientos monárquicos contemporáneos.

Los movimientos monárquicos tienen su orígen en los primeros derrocamientos de la Monarquía, como en Francia, Brasil, España o Italia. Dado que siempre el derrocamiento se producía por la fuerza, mediante un golpe militar o una revolución, no de forma que se pueda considerar "democrática", la reacción natural de los que seguían apoyando a la institución monárquica (al Rey) se organizaron rápidamente para tratar de restablecer el antiguo orden de forma pacífica por la vía política.

Debemos distinguir entre el origen histórico de los primeros movimientos y el origen de los movimientos contemporáneos.

Como todos saben, Francia fue el primer país en perder la Monarquía, donde los máximos instigadores de la revolución fueron miembros de la misma Corte de Luis XVI, pero que perdieron primero las riendas y luego la vida.

Pero no aparecen movimientos políticos hasta mucho más tarde, también debido a las circunstancias de la revolución misma, que fue muy violenta y devoró a todos que se opusieron a ella de alguna forma.

Aparte de Francia, hubo formaciones de movimientos monárquicos en Brasil (1889), en España (1931 y 1947), en Italia (1947), así como en otros países, pero donde no llegaron a tener mucha importancia.

Estos movimientos históricos tenían siempre un cariz político, también porque en aquellos tiempos ser monárquico significaba defender un determinado sistema político, social y económico. La institución monárquica aún no había pasado por lo que se podría llamar "auto-reforma", es decir, hasta después de la Guerra Mundial la Realeza no había comprendido bien su nuevo papel como representantes de una institución moderadora y defensora de principios democráticos.

A partir de 1947, no sólo cambian los movimientos monárquicos, sino también sus fundamentos ideológicos, y es a partir de finales de los años 60, sobre todo en los años 70, cuando se forman muchos grupos monárquicos nuevos con un concepto totalmente renovado de la idea monárquica.

La nueva estructura política en el mundo y el deterioro paulatino de la clase política hacen que resurja la opción monárquica como gran alternativa a un sistema político llamado democrático y parlamentario que no responde ya a los anhelos de los pueblos que gobierna.

Nacen los movimientos monárquicos contemporáneos, que centran nuestra atención y que se describirán más adelante.


Movimientos Monárquicos y Partidos Políticos. Diferenciación.

A excepción de los movimientos monárquicos históricos, que a su vez tenían carácter de partido político, los movimientos actuales no se pueden considerar como partidos políticos. Al igual que los Monarcas, y precisamente porque una de las características esenciales es la independencia de la Corona de los partidos y las ideologías políticas, los movimientos monárquicos tienen, en general, carácter de asociaciones suprapartidistas, aunque existen numerosos grupos con planteamientos ideológicos concretos. Estos últimos no llegan a ser partidos políticos, pero representan un tipo intermedio entre el movimiento monárquico ideal y el partido monárquico.


Base conceptual de los movimientos monárquicos: La idea monárquica.

A diferencia de concepciones filosóficas de organización del Estado, la Monarquía no es ninguna ideología al estilo del conservadurismo o del marxismo. No es excluyente, aunque, evidentemente, es incompatible con ideologías extremistas de izquierda y derecha. Dada la amplitud de miras del orden monárquico, siempre se habla de la "idea monárquica" para describir este tipo de organización del Estado.

- Independencia del Rey de las ideologías políticas y los partidos.
- Poder moderador.
- Máximos representante de la Nación.
- Carácter hereditario - estabilidad política.
- Ajeno a luchas políticas.
- Imagen exterior.
- Autoridad.
- Por la gracia de Dios.

Los objetivos de los Movimientos Monárquicos en las Repúblicas y en las Monarquías. Su relevancia como grupos de interés y grupos de presión para a) la Restauración b) el Mantenimiento de la Institución Monárquica.

a) La acción monárquica en las repúblicas surgidas de la abolición de la Monarquía tiene un carácter más militante, dado que la defensa de un cambio de régimen político se une frecuentemente con el descontento general con el sistema repúblicano. La restauración monárquica en estos países depende básicamente de la existencia de un movimiento social amplio, pero no menos de la personalidad del Heredero del Trono y sus descendientes.

La acción de los movimientos en las repúblicas se centra primordialmente en influir en la opinión pública para ganarla para la causa monárquica. Dicha acción consiste por una parte en explicar el significado de la institución monárquica, y por otra, llevar a cabo actividades públicas que tengan el efecto de provocar un amplio eco en los medios de comunicación para conseguir que se hable cada vez más sobre la posibilidad de una restauración monárquica.

No en todos los países los movimientos tienen relevancia social. Esa relevancia depende fundamentalmente del sentimiento monárquico de la población, es decir, si se han mantenido tradiciones monárquicas. Podemos constatar que este sentimiento monárquico es especialmente pronunciado allí donde la Monarquía fue abolida claramente contra la voluntad mayoritaria de la población, o donde cayó la Monarquía por un efecto dominó sin responsabilidad del último monarca. Los casos más conocidos son Italia, Francia, Portugal, Brasil, Baviera, Georgia, Bulgaria, Rumanía y Yugoslavia. Luego veremos las particulariedades de cada uno.

En los países occidentales, los movimientos monárquicos eran, al principio, coherentes y seguían una estrategia uniforme; en los países orientales por razones obvias no existían hasta las reformas políticas recientes. Pero siempre cuando dichos movimientos empiezan a ganar fuerza, teniendo que temer los republicanos por la continuidad de SU sistema, nunca tardan en provocar divisiones entre los monárquicos, pues al dividir a éstos también se divide a la opinión pública, y al no dar una imagen de seriedad y unión, resulta difícil si no imposible que la mayoría de la población con derecho a voto se decida a favor de la restauración monárquica.

b) En las Monarquías se plantea la pregunta si es necesaria una acción monárquica organizada. Es frecuente el argumento que en una Monarquía existente no hace falta ninguna organización monárquica, ya que no hay que luchar por la restauración. La realidad, sin embargo, confirma nuestra opinión de que sí es necesaria, y mucho, una acción monárquica permanente y bien diseñada. El hecho de que nuestro actual monarca, S.M. Don Juan Carlos I, por sus esfuerzos por transformar nuestra sociedad en democrática salvando importantes obstáculos interpuestos por sectores del régimen anterior e incluso por fuerzas republicanas como socialistas y comunistas, y por el prestigio nacional e internacional que ha adquirido nuestro Reino gracias a este monarca ejemplar, no significa que la Monarquía esté asegurada para el futuro.

Para ver esta problemática con más claridad es suficiente estudiar la reciente discusión sobre los viajes privados del Rey y si tiene derecho a realizarlos sin poner en peligro la estabilidad y el buen funcionamiento de la Monarquía parlamentaria.

Otro ejemplo mucho más contundente es la Monarquía británica, que sufre en los últimos tiempos un grave desgaste de imagen debido a desavenencias familiares que han sido aprovechadas por la prensa que veía y sigue viendo en cualquier suceso relacionado con la Familia Real una posibilidad de aumentar sus beneficios por mayores tiradas. Aunque no parece que la vida familiar de algunos miembros de la Familia Real sea demasiado feliz, debemos sospechar que hay detrás otros intereses mucho más profundos que él de la venta de periódicos y revistas: la desestabilización de la institución monárquica misma.

Estos aspectos triviales de la vida privada de las Casas Reales, que en sí no tienen mayor trascendencia para la estabilidad del sistema político, son manipulados por sectores influyentes de tal forma que pueden hacer tambalearse a la Corona artificialmente.

Uno de los argumentos más fuertes en favor de la Monarquía es que garantiza la estabilidad política de su país y evita enfrentamientos sociales al actuar como poder moderador. Esa es la principal razón por la que muchos países del Este europeo y Brasil se planteen el restablecimiento de la Monarquía parlamentaria. Y está claro que existen muchos sectores con mucho poder fáctico que no tienen ningún interés en que el control de las jefaturas de los estados pase a manos de Reyes demócratas, progresistas y occidentales, que cuentan, además, con prestigio y popularidad.

Para evitar un rápido éxito de los movimientos pro-restauración, qué puede ser más eficaz que la desestabilización de las Monarquías existentes en occidente para convencer a los respectivos pueblos que es mejor quedarse con lo malo conocido que lo bueno por conocer, dando de ellas una imagen de decadencia y tufo.

Naturalmente existen otros sectores que tampoco muestran especial interés por la institución monárquica, pero que, ante la imposibilidad de quitarla del medio, intentan apartar al Monarca de la vida pública activa, relegándole a ocupaciones representativas o incluso decorativas para iomponer una república de hecho. Eliminan símbolos de la Monarquía para hacerla desaparecer de la vida cotidiana, lo que no es otra cosa que preparar el camino para un cambio que al final ni se notará apenas.

Todas estas son razones para convencerse de la necesidad de la acción monárquica, una acción que debe ser constante y ser realizada con conocimiento de causa. Y dado que esa labor no puede ser cosa de unos pocos, los objetivos principales es, por una parte, formar a los propios asociados para que adquieran ese conocimiento de los fundamentos y el funcionamiento de la Monarquía, y por otra, difundir con la máxima amplitud posible estos mismos conocimientos entre la población, de forma comprensible, pero contundente.

A la profesionalidad de los grupos republicanos, que han recibido formación política, ideológica y estratégica durante décadas, hay que oponer la misma profesionalidad y preparación para defender con éxito y capacidad de superación del enemigo la institución monárquica. La Monarquía se ha sacudido los polvos del pasado, ahora hay que procurar que no vuelvan a caer sobre ella. Esa es la razón de ser de los movimientos monárquicos actuales en las Monarquías existentes.


¿Partidos Monárquicos? ¡No, gracias!
La importancia de la independencia de partidos e ideologías políticas.

Una cuestión muy discutida principalmente en los países republicanos con tradiciones monárquicas es si, a fin de conseguir la restauración monárquica, resulta más conveniente crear un partido político o formar un movimiento suprapartidista.

La fórmula del "Partido Monárquico" no ha dado nunca resultados aceptables. El único partido monárquico que llegó a tener responsabilidades dentro de un gobierno nacional ha sido el PPM de Portugal, pero nunca ha obtenido en solitario más del 5%, salvo en algunas elecciones municipales como en Lisboa. Ultimamente, como consecuencia del fracaso de la coalición a la que pertenecía el PPM, la fórmula de "Partido Monárquico" ha sufrido un fuerte deterioro. Parece que ya no es más viable, y cada vez son más los que abandonan el partido para integrarse en otras formaciones políticas.

La idea monárquica es independiente de cualquier ideología política, ya que no representa ningún programa de gobierno. Un argumento importante en favor de la Monarquía es que el Rey está por encima de los partidos políticos, de las luchas por el poder. Y esa independencia política sólo la puede tener si se mantiene apartado de programas políticos.

Seguramente, muchos Monarcas gobernarían mejor que los políticos de turno; pero el poder desgasta, y tanto más cuanto más responsabilidad política asume, es decir, cuando hay que tomar decisiones sobre problemas concretos.

La institución monárquica se tiene que mantener inalterable para garantizar la estabilidad política del país entero. Por lo tanto, no puede permitirse un desgaste político al asumir responsabilidades de gobierno.

Esta es la principal razón por la que no es recomendable la fórmula de "Partido Monárquico" para organizar a los partidarios de la Monarquía. La necesidad de un programa de gobierno condiciona la institución ideológicamente, por lo que resta apoyo popular. Todo el pueblo debe poder identificarse con la institución monárquica, algo que no se puede conseguir nunca con un partido monárquico.

Las dos vertientes principales de los movimientos monárquicos: Realismo contemporáneo y Tradicionalismo-Legitimismo.

Los movimientos monárquicos actuales que con más eficiencia trabajan por una futura restauración monárquica son los que se desprenden de concepciones anticuadas. Hoy en día muy poca gente desea restablecer una monarquía donde es el Rey quien gobierna y decide la política nacional. Tampoco los Reyes o Herederos del Trono tienen interés en interferir asuntos de gobierno, porque, como ya he dicho antes, deben mantenerse apartados de actividades que pueden llevar a un desgaste de su imagen y, en consecuencia, desestabilizar la estructura del Estado.

Los movimientos que ven e interpretan la idea monárquica en concordancia con los tiempos actuales y lo que la mayor parte de la población desea, pueden encuadrarse en lo que denominamos "realismo contemporáneo".

Por otra parte tenemos a los tradicionalistas y legitimistas. Se trata, generalmente, de grupos ultra-conservadores, que se aferran a tradiciones políticas y sociales incluso cuando éstas hayan sido superadas. Los tradicionalistas valoran especialmente el componente religioso, partiendo de la legitimación divina del Rey, que queda, por tanto, subordinado a Dios, no admitiéndose la necesidad de que debe contar con la voluntad o aprobación popular. Esta idea de designación divina "por la gracia de Dios" no tiene relevancia para los monárquicos del realismo contemporáneo.

Finalmente, están los legitimistas, que son, en cierto modo, una vertiente del tradicionalismo. Cuestionan la legitimidad del Heredero del Trono oficial en base a razonamientos históricos, como p.e. renuncias de líneas primogénitas (Brasil, España, Francia) o el rechazo de sucesores que no sean varones (España).

Los tradicionalistas y legitimistas son movimientos ideológicamente definidos y defienden muchas veces opciones monárquicas no compatibles con el presente.

Las organizaciones legitimistas-tradicionalistas suelen ser numerosas, pero disponen también de muchos medios económicos. Su acción de base se realiza en forma de muchos pequeños círculos locales. Los movimientos del "realismo contemporáneo" se organizan por lo general como los partidos políticos, es decir, una organización nacional subdividida en grupos regionales y locales.


Los Movimientos Monárquicos en Europa, América y Australia. Resumen por países.

Entraremos ahora en el análisis por países.

España

En España comenzó a formarse un movimiento monárquico después de la Guerra Civil. El nuevo régimen no permitió actividades monárquicas propiamente dichas. Franco fue monárquico, pero sus planteamientos políticos no aconsejaban una restauración a corto plazo, faltando también el necesario entendimiento con el Jefe de la Casa Real española, Don Juan.


La única organización monárquica que se fundó entonces fueron los Reales Tercios (1942), entidad de carácter paramilitar creada por el general Kindelán con el fin de defender al legítimo heredero del trono español, S.A.R. Don Juan de Borbón. Se regía por un reglamento militar con la misma jerarquía que en el ejército. Los socios de los Reales Tercios adquieren también rangos militares, aunque tengan sólo un carácter interno.


Después de la restauración de la Monarquía, los Reales Tercios pasaron a denominarse "Círculos de Acción Monárquica" y tuvieron que ser transformados en asociación, aunque siguen vigentes el reglamento (que no se aplica) y los rangos militares.


Hoy es una organización testimonial sin actividades conocidas. Pertenecen a ella personalidades de alto rango.

Al final de la II Guerra Mundial, los monárquicos vuelven a organizarse nuevamente alrededor de Don Juan, que a su vez lidera la oposición en el exilio. Aprovechando la situación mundial de oposición a los regímenes equiparados con el fascismo, los monárquicos exigen un restablecimiento de la democracia en forma de una monarquía parlamentaria.

Más relevancia adquirieron las Juventudes Monárquicas durante los últimos años del franquismo. Pero desaparecieron con la restauración por considerar que ya no era necesaria una acción monárquica.

Hasta 1985 existían en España sólo cuatro entidades monárquicas más: La Unión Monárquica Española, asociación fundada en 1916, con sede en Barcelona, inactiva; la Fundación Institucional Española, cuya principal actividad es un concurso infantil sobre la figura del Rey; la Unión Monárquica del Principado de Asturias, inactiva; y un pequeño círculo monárquico en Badajoz dirigido por José Emilio estrella Estrella, un monárquico de avanzada edad, pero muy activo a nivel personal.

En 1985, ante la inexistencia de una verdadera acción monárquica con un contenido y una proyección de futuro, se fundó la Asociación Monárquica Europea, que como dice el nombre, no se limita al territorio de España, sino que tiene una vocación europea, lo que es expresión del concepto moderno y dinámico de la Monarquía. Entiende la institución monárquica como universal, aunque preserva la identidad nacional de su pueblo, sin que signifique un nacionalismo aférrimo. Es perfectamente compatible con el proceso de unión europea, porque esa unión no debe desembocar en un estado artificial carente de un soporte de identidad que ninguna otra institución pueder garantizar mejor que la Monarquía.

Aparte de las entidades anteriores, existe en España un movimiento histórico que en tiempos de Franco volvió a tener cierta importancia: Los Carlistas, concretamente la Comunión Tradicionalista Carlista. Como da a entender su lema DIOS, PATRIA, REY, la religión y la patria se anteponen a la figura del Rey. Actualmente, los Carlistas no cuentan ya con ningún pretendiente oficial de la rama carlista. El último, Carlos Hugo, se fue a EE.UU. después de renunciar a sus pretensiones.


La CTC se reorganizó hace algunos años y cuenta con una organización muy fuerte. Mantiene relaciones con monárquicos tradicionalistas en Francia y otros países.


EUROPA OCCIDENTAL

R e p ú b l i c a s

Alemania

En Alemania, como consecuencia del abandono por el Emperador Guillermo II y del régimen dictatorial que llevó a la II Guerra Mundial, no se llegó a formar ningún movimiento monárquico hasta finales de los años 60.

Actualmente sólo existe un movimiento de ámbito nacional que se llama "Tradition und Leben" (Tradición y Vida), que defiende la restauración de la Monarquía Federal, es decir, el Imperio que se compone de los diferentes Reinos, Ducados y Condados que existían antes.

La zona donde más probabilidades hay para una restauración de la Monarquía es Baviera. Al igual que en Italia, después de la II Guerra Mundial se celebró un referéndum cuyos resultados se supone fueron manipulados por los americanos.

A pesar de tantos años de república (o quizás justo por eso), los bávaros siguen siendo mayoritariamente monárquicos. Según una encuesta reciente, un 68% se pronunciaría a favor de la restauración monárquica en Baviera.

Con la reunificación han vuelto a surgir tradiciones que se daban por perdidas para siempre. Dependerá de los movimientos monárquicos si se llega a medio plazo a plantear un referéndum sobre la forma de Estado. Desde luego será muy importante lo que pasa en regiones como Baviera, que podría tener un efecto dominó.

Existen actualmente organizaciones monárquicas en Baviera, Sajonia, Hanover y Prusia.


Austria

En Austria existen varias organizaciones desde hace muchos años. Pero ninguna se entiende con las otras, lo que merma fuerzas para una acción eficaz.
Son la Asociación de los Monárquicos Austríacos, la Asociación de los Austríacos para la Conservación de la Historia Austríaca, el Partido Social-Conservador-Monárquico de Austria y la Asociación Austria la Vieja.


Francia

Francia es uno de los países con más tradición de movimientos monárquicos.

Con la caída de Napoleón III en 1871 nace un movimiento político muy fuerte en apoyo del heredero legítimo del trono y último Borbón francés, el Conde de Chambord, que se llamaba ACCION FRANCESA. Este movimiento alcanzó tal fuerza que tenía hasta la mayoría en el Parlamento, lo que le permitía exigir una restauración con Chambord. Pero todo fracasó por culpa del mismo Chambord, que no estaba dispuesto a aceptar la bandera tricolor, detalle esencial para obtener el apoyo de la clase política no monárquica. El no de Chambord y su muerte poco tiempo después hizo perder fuerza a la ACCION FRANCESA. Al transmitir los derechos dinásticos a la rama colateral de los Orleans, designando al Conde de Paris Príncipe Heredero, incluso se dividieron los monárquicos entre los que aceptaban a los Orleans como rama legítima y autóctona y aquellos que defendían la tesis de que tendría que ser un sucesor de la rama española de los Borbón, porque representan la línea más directa y por tanto "legítima" de la Casa Real Francesa.
Luego veremos el panorama francés.

A finales de los años 60 se produjo una escisión de la Accion Francesa, creándose la NOUVELLE ACTION ROYALISTE, que tiene una orientación más progresista. Incluso llegó a apoyar en algunas ocasiones al candidato socialista a Presidente de la República.

La ACCION FRANCESA y la NOUVELLE ACTION ROYALISTE son hoy totalmente contrapuestas, pero defienden ambas al Conde de París. La primera es ultra-conservadora, que como los Carlistas tiene un ideólogo histórico: Charles Maurras.

La NAR cuenta con un director político, Bertrand Renouvin, un hombre muy relacionado con el Partido Socialista, pero monárquico al fin y al cabo. La NAR incluso llegó a presentarse a diferentes elecciones, defendiendo siempre la idea monárquica, es decir, la restauración monárquica.
Cada una cuenta con aprox. 6.000 afiliados.

Existe una tercera asociación de relevancia que apoya también al Conde de París: la Asociación de los Amigos de la Casa Real Francesa, cuyo presidente es Stéphane Bern. Esta asociación es completamente apolítica y centra su trabajo en la defensa de la imagen de la Casa Real. Tiene muy buenas relaciones con la NAR.

Las tres organizaciones cuentan con numerosos grupos locales y regionales en todo el país.

Una infraestructura aparentemente mayor tienen los legitimistas que defienden a Luis Alfonso de Borbón, hijo del fallecido Duque de Cádiz. Disponen de muchos medios económicos, que deben en parte, según fuentes monárquicas, a los republicanos muy interesados en mantener desunidos a los monárquicos. La opción de Luis Alfonso no es viable realmente dado que no es francés y porque los legitimistas son más bien de orientación ultra-conservadora.


Italia

La escena de los movimientos monárquicos italianos en la actualidad es muy compleja y resulta difícil orientarse para alguien que no tenga relaciones con estos grupos.


Hasta la muerte del Rey Humberto II en 1983, la UNION MONARQUICA ITALIANA reunía a la mayor parte de los grupos monárquicos independientes, a algunos partidos monárquicos de ámbito nacional, así como a numerosos monárquicos organizados en otros partidos u organizaciones no monárquicos.


Pero después de la muerte de Humberto II, la UMI se disolvió y aparecieron numerosos grupos sin ningún tipo de coordinación entre ellos.

Después de la proclamación de la república en 1946, la lucha monárquica fue dirigida por el Partido Democrático Italiano, que luego se fusionó con el Partido Liberal. Inmediatamente después del referéndum institucional apareció el Partido Nacional Monárquico.


Paralelamente se desarrolló la actividad de la Unión Monárquica Italiana.
Especialmente el Partido Nacional Monárquico contaba con la aprobación del Rey Humberto II, que consideraba a sus militantes como los más fieles que no distinguían entre Patria y Monarquía.


La UMI, a su vez, supo reunir a monárquicos pertenecientes a los más diversos partidos y grupos.


El peso de la UMI y del PNM fue tal que todos los demás grupos creados sólo existían esporádicamente, incluso una escisión del PNM, el Partido Monárquico Popular, volvió a unirse con el PNM formando el Partido Democrático Italiano.


En 1970, a raíz de un congreso celebrado por el PDI con el fin de disolver el partido, un grupo minoritario que se denominó ALIANZA MONARQUICA, y que no quería aprobar la disolución del partido, trató de tomar contacto con la UMI para integrarse en ella. Pero debido a la aparente inactividad de la UMI en este momento, AM decidió establecerse como movimiento político independiente.

Con la muerte de Humberto II, la UMI era incapaz de mantenerese compacta y unida, aparecieron luchas internas e incluso algunos dirigentes pretendían cambiar el orden de sucesión contra ley y natura. Se disolvió muy rápidamente, quedando sólo un grupo en Milán. Comenzaron a proliferar nuevos grupos, algunos sin ninguna consistencia.

Los de más importancia son los siguientes:

MOVIMIENTO MONARQUICO ITALIANO, con infraestructura en toda Italia; cuenta con aprox. 30.000 asociados.

MOVIMIENTO MONARQUICO FERT, dirigido por Sergio Boschiero. Segunda entidad más importante.

ALLEANZA MONARCHICA, ya mencionada. No tiene mucha importancia en cuanto al número de socios, pero dispone de una revista mensual de amplio alcance.

AMIGOS DE LA CORONA FERREA, anhelan una vuelta al Imperio Germánico de Nación Romana.

GRUPPO SAVOIA
Seguidores de Victor Emanuel, poco serios.

UNION MONARQUICA ITALIANA de Milán.

LISTA AZUL de Florencia.

UNION MONARQUICA MODENENSE, defienden la Casa de Austria-Este.

Recientemente, el FERT unió sus fuerzas con ALLEANZA MONARCHICA. Es el primer resultado de los esfuerzos por unir nuevamente a los monárquicos italianos, pues se han dado cuenta de que es ridículo crear cada vez más grupos sin seguir una estrategia común.


Grecia

En Grecia existe un movimiento bastante fuerte con grupos locales en todo el país, la UNION MONARQUICA HELENICA.
Los monárquicos griegos han conseguido unirse después de superar las dificultades planteadas por la administración.



M o n a r q u í a s

Suecia

En Suecia existen actualmente dos asociaciones monárquicas: La ROJALISTIKA FÖRENINGEN y ROJALISTIKA SALSKAPET.


Noruega y Dinamarca

No conocemos ningún grupo concreto en estos dos países.


Holanda

En Holanda existe el grupo ALIANCE ROYALE.

En todas las Monarquías escandinavas, al igual que en Holanda, la Monarquía cuenta con un fuerte apoyo popular, por lo que las actividades de estas asociaciones son más bien contemplativas. Lo mismo se puede decir de Bélgica, Luxemburgo, Liechtenstein y Mónaco, donde ni siquiera parecen existir grupos monárquicos.


Gran Bretaña

Gran Bretaña cuenta con la organización monárquica más antigua e importante de todas las existentes en el mundo: THE MONARCHIST LEAGUE. Dispone de delegaciones en todo el mundo, principalmente en los países que tienen a la Reina Isabel II como jefe de estado. En Canadá, la Liga Monárquica adquirió tal importancia que decidió independizarse de Londres creando la Liga Monárquica del Canadá.


La Liga Monárquica es la única entidad que ejerce también la función de unión entre los monárquicos en todo el mundo, y sirve de punto de referencia para coordinar cualquier actividad internacional. Compila las informaciones recibidas por numerosos grupos y personas individuales, lo que ha permitido que en los últimos años se intensificaran los contactos entre todos.


Actualmente está muy comprometida con diferentes actividades importantes:
- Defender la Monarquía Británica contra los ataques que sufre por causa de las desavenencias surgidas en la Familia Real;
- Coordinar el apoyo a los movimientos pro restauración en Bulgaria, Rumanía y Brasil;


EUROPA ORIENTAL

Los movimientos monárquicos en los países de Europa del Este surgieron a raíz de los cambios políticos a partir de la caída del Muro, al volver los pueblos a buscar sus identidades nacionales perdidas. Todos ellos perdieron sus Monarquías por la fuerza, y a pesar de los intentos de los regímenes comunistas de borrar toda la historia hasta 1945, el recuerdo que más fuerte han conservado estos pueblos es él de sus Reyes, con los que vivían mucho mejor.

En su mayoría, estos movimientos son de orientación más bien conservadora, lo que resulta comprensible pensando que se trata de defender posturas completamente contrarias al régimen comunista: unidad nacional, recuperación de las tradiciones y de una base histórico-filosófica para la convivencia.

En Bulgaria existen actualmente cuatro grupos, siendo el más importante la UNION MONARQUICO-CONSERVADORA. La admiración por el Rey Simeón II y su padre, Boris III, es muy fuerte. Pero el gobierno actual compuesto por comunistas reformados, no está dispuesto a celebrar un referéndum institucional. Hay que esperar aún una mayor normalización de la situación política que dé suficientes garantías para un referéndum no manipulado.

En Bulgaria se da el caso de que la república fue instaurada por la fuerza. Lo correcto sería un restablecimiento de la Constitución de Tirnovo, que es idéntica a la de Bélgica.

En Rumanía la situación es similar a la de Bulgaria. El Rey Miguel I cuenta con un gran prestigio entre la población. También aquí la mejor forma de volver a la normalidad sería restablecer el orden constitucional anterior a la república comunista, pero existen los mismos obstáculos que en Bulgaria.
Los monárquicos están organizados en dos partidos de corte liberal.

En Rusia han aparecido últimamente muchos nuevos grupos monárquicos en todo el país. Ello se debe también a la circunstancia de que los rusos disponían de numerosas organizaciones monárquicas en Estados Unidos y en Gran Bretaña, que están en condiciones de dar un fuerte apoyo a los monárquicos en su país, que ahora pueden dedicarse sin restricciones a desarrollar actividades dirigidas a restaurar la Monarquía en Rusia. La actitud del gobierno de Boris Yeltsin ha sido muy favorable, como se ha podido comprobar por la visita del Gran Duque Vladimir a San Petersburgo y el entierro en la gruta de los Romanov.

Más complicada es la situación en la antigua Yugoslavia. Realmente existen sólo posibilidades en Serbia y Montenegro, dado que la dinastía del último Rey de Yugoslavia tiene su origen en Serbia. El Príncipe Alejandro cuenta con el apoyo de toda la oposición serbia, que ya ha anunciado querer restaurar la Monarquía en cuanto se celebren elecciones libres.


Montenegro, sin embargo, que aún sigue unido a Serbia, podría plantear su separación de Serbia en el caso de restablecerse la Monarquía proclamándose Rey a Alejandro Karageorgevich. Esta circunstancia se debe a que Montenegro fue prácticamente anexionada por Serbia al constituirse Yugoslavia, destronando al Rey de Montenegro, un hecho que no se olvida. Pero el actual Heredero del Trono de Montenegro no tiene aspiraciones de convertirse en Rey.

En Albania no existe aún ningún movimiento monárquico, seguramente debido a la grave situación por la que pasa el país. Pero toda la oposición exterior se organizó alrededor del Rey Leka I, que trabaja incansablemente por recuperar el trono de Albania. La única organización conocida es el Movimiento Nacional Legalista de Albania con sede en Nueva York.

Finalmente destaca la actividad monárquica desarrollada en Polonia, donde existen actualmente cuatro grupos, unos de ellos muy importante y activo: El CLUB CONSERVADOR-MONARQUICO DE VARSOVIA y el CLUB LIBERAL-MONARQUICO DE CRACOVIA, siendo este último parte de una federación de clubes monárquicos.

Otro país considerado europeo, aunque se encuentre ya en el continente de Asia, es Georgia, donde se ha mantenido un fuerte sentimiento monárquico a pesar de que perdió su Monarquía autóctona en 1801 cuando el país fue anexionado por Rusia. El movimiento más importante de la oposición es la Union Tradicionalista de Georgia, que defiende la restauración monárquica. Otro grupo es el Partido Monárquico de Georgia, pero no tiene peso político y parece estar bajo control de los republicanos.


AMERICA

R e p ú b l i c a s

Brasil

Paralelamente a Francia, se formó un movimiento considerable en Brasil, cuya Monarquía fue derrocada en 1889 por los militares que apoyaban así a los terratenientes contrarios a la abolición de la esclavitud. Dado que la nueva república no contó en absoluto con el apoyo del pueblo, circunstancia descrita excelentemente por Mario Vargas Llosa en su libro "La Guerra del Fin del Mundo", los militares se ocuparon muy deprisa del problema de los monárquicos: declararon delito toda actividad política contraria al sistema republicano mediante la conocida "cláusula férrea", que se tardó 100 años en derogar. De esta manera, Brasil no contó mucho tiempo con su movimiento monárquico histórico, cuyo pensador más destacado fue Juan Camilo Oliveira Torres. Naturalmente, se sobreentiende que la república brasileña prohibió en virtud de la cláusula férrea la publicación de las obras de Oliveira Torres.

Con la abolición de la cláusula férrea surgieron multitud de grupos y organizaciones monárquicas en todo el país. La única división que existe es que hay dos pretendientes: Don Pedro, que es sucesor de la línea primogénita del último emperador, y Don Luis, que basa sus reivindicaciones en que el padre de Don Pedro había renunciado a sus derechos dinásticos cuando todavía no contaba con descendientes.

El movimiento más relevante es el MOVIMIENTO PARLAMENTARISTA MONARQUICO dirigido por el Diputado Federal Cunha Bueno, artífice de la derogación de la cláusula férrea. Junto a él está el INSTITUTO BRASILEÑO DE ESTUDIOS MONARQUICOS DE RIO DO SUL, entidad sucesora del IBEM que existía durante los últimos 15 años de la cláusula férrea. En total son unos 18 grupos que trabajan por la restauración en Brasil.

En la actualidad se efrentan al problema de la reforma constitucional introducida para adelantar el referéndum institucional fijado inicialmente para septiembre de 1993. Ahora tendrá lugar en abril. Con ello los republicanos tratan de evitar una campaña bien organizada por parte de los monárquicos, que cuentan cada vez con más apoyo popular, pues el último emperador era sinónimo de democracia, desarrollo y justicia social.


EE.UU.

En Estados Unidos existe un número muy elevado de grupos monárquicos. En su mayoría se trata de organizaciones de monárquicos en el exilio (rusos, serbios, albanos, etíopes). Pero hay también un gran número de ciudadanos estadounidenses interesados en la Monarquía. Están organizados principalmente en la CONSTANTIAN SOCIETY, una organización que tiene mucho prestigio a nivel internacional.
Sus actividades están dirigidas a apoyar movimientos pro restauración en Europa oriental y en Brasil.


M o n a r q u í a s

Canadá,
Caribe: Belice, etc.

Lo que se desconoce generalmente es que América cuenta con un gran número de países monárquicos, siendo el más importante Canadá. Los demás se encuentran en el Caribe y América Central, todos ellos antiguas colonias británicas que han conservado el régimen monárquico. No conocemos grupos monárquicos más que en Canadá, la citada Liga Monárquica del Canadá. Los monárquicos en los demás países pertenecen, sin duda, a la Liga Monárquica de Gran Bretaña.


AUSTRALIA

Al igual que Canadá, también Australia es una Monarquía, con la Reina Isabel II como jefe de Estado. En Australia existen dos asociaciones monárquicas: THE AUSTRALIAN HERITAGE SOCIETY y THE AUSTRALIAN FLAG ASSOCIATION. Aparte de ellas existe un gran número de miembros de la Liga Monárquica de Gran Bretaña.

Las actividades de estos grupos aumentan últimamente debido a los intentos de los socialistas australianos de instaurar la república en el año 2001. Con ello pretenden obtener una "mayor independencia" de Gran Bretaña, pero no cuentan con el apoyo popular necesario.


AFRICA Y ASIA

En Africa sólo destaca el movimiento monárquico etíope, organizado principalmente en EE.UU. y Gran Bretaña. Los cambios políticos recientes han tenido el resultado de un resurgir del recuerdo del último emperador Haile Selasi, y parece muy posible una próxima restauración de la Monarquía en este país, con lo que podría recuperar la estabilidad perdida durante los años de dominación comunista.

Las demás monarquías africanas son muy distintas a las europeas o asiáticas, prevaleciendo el carácter tribal.

En Asia sólo existen movimientos conocidos relacionados con el Irán, es decir, están organizados en el exterior (Gran Bretaña y Alemania). En China parece existir un grupo, pero faltan datos para confirmarlo.
un repaso con esp. atención a Irán, Etiopía, Libia, Egipto


¿Los Movimientos Monárquicos como relaciones públicas de la institución monárquica?

Las Casas Reales tienen que procurar de ser muy diplomáticas cuando se trata de defender la institución monárquica, ya que deben mantenerse apartadas de las luchas políticas. Tomar partido por la Monarquía, algo que nos parece perfectamente legítimo, puede ser criticado por algunos sectores y ser utilizado para debilitar la imagen de los representantes de las Casas Reales.

Incluso Monarcas y Príncipes exiliados tienen que estudiar muy a fondo toda declaración pública para conservar la neutralidad de la Casa Real y no crear divisiones.

Por estas razones, deben ser los mismos ciudadanos que, organizados en asociaciones o movimientos, defiendan activamente la idea monárquica.

En cierto modo se convierten en relaciones públicas de la institución monárquica, sin que tengan que contar con el apoyo activo de las Casas Reales.

El apoyo de las Casas Reales en las Repúblicas y en las Monarquías. Las aspiraciones de los monárquicos al respecto.

Como las Casas Reales tienen que mantenerse alejadas se una toma de partido incluso a favor se la propia institución monárquica, tampoco pueden apoyar expresamente a los movimientos monárquicos.

A algunos monárquicos a veces les gustaría tener un contacto estrecho con las Casas Reales y poder lucirse al lado de sus representantes. Existen entidades monárquicas cuya principal actividad consiste en la celebración de audiencias con el Rey o el Príncipe Heredero. Pero este es un factor que aconseja a las Casas Reales que no apoyen a toda organización que aparezca para evitar que ésta se aproveche de ello.

Ejercen, por tanto, prudencia, lo que no significa que no dén su apoyo a aquellos grupos que demuestren ser serios en su proceder. Pero este apoyo nunca será oficial, ni se concederán favoritismos.

En la repúblicas puede darse el caso de un apoyo expreso del Jefe de la Casa Real a uno o varios grupos monárquicos, como es el caso de Italia. Los representantes de las Casas Reales en el exilio están más dispuestos a dar estos apoyos, dado que tienen carácter recíproco, pero siempre dependen de la seriedad demostrada de estos grupos.

El interés de verdaderos monárquicos no puede ser otro que él de apoyar incondicionalmente a la institución y sus representantes sin esperar favoritismos.


Perspectivas de futuro de los Movimientos Monárquicos.

Los movimientos monárquicos han experimentado un auge considerable desde la caída del muro. Para el futuro se divisa un crecimiento continuo de grupos y personas comprometidas con la causa monárquica.

La tendencia de todos ellos será, necesariamente, una profesionalización de su acción, pues es preciso actuar con conocimiento de causa para convencer a la población de las ventajas de la institución monárquica.


La Prensa Monárquica.

Una necesidad primordial de todo movimiento monárquico es poder comunicarse no sólo con sus socios y simaptizantes, sino con el público en general. Debe difundir los conocimientos sobre la institución monárquica. La mejor vía es la creación de publicaciones especializadas.

En los últimos años la oferta de publicaciones periódicas de carácter monárquico se ha visto incrementado notablemente.

Ha habido muchos intentos de crear revistas monárquicas, pero muchas se han visto obligadas a desaparecer a falta de medios.


Un medio de comunicación especializado de carácter particular.

La prensa monárquica no es comercial, salvo en los casos de editar revistas ilustradas que se asemejan a las revistas del corazón. Sus contenidos se concentran principalmente en la Monarquía en sus diferentes facetas. Algunas publicaciones tratan temas de actualidad política del país en cuestión para dar mayor amplitud al círculo de lectores y alcanzar de esta manera a más personas que no necesariamente se pueden considerar monárquicas.

Los temas siguientes no están completados (se completarán próximamente con imágenes de las portadas de las publicaciones). Las publicaciones que se editan aún en 2008 están marcadas en negrita, de las demás no consta si se siguen publicando.

Presentación del panorama actual de la prensa monárquica mundial.

Pocas son las revistas con una concepción moderna y dinámica de la Monarquía.

Donde más publicaciones se editan y más interés existe por la causa monárquica.

Los países que cuentan con más publicaciones monárquicas son Francia e Italia.

Las publicaciones de más tirada en Francia son ROYALISTE y ASPECTS DE LA FRANCE, la primera de la NAR, la segunda de Restauración Nacional-Acción Francesa.

La NAR publica, además, la única revista de estudios monárquicos: LYS ROUGE, que en cada número trata de forma monográfica temas de actualidad, como p.e. Italia, Albania, Yugoslavia.

Aparte de Royaliste y Lys Rouge, edita la revista trimestral CITE, dedicada a asuntos ciudadanos alternados con temas monárquicos, y una versión universitaria de Royaliste.

La AAMF publica la revista trimestral ALLIANCE ROYALE, y existe una nueva publicación de carácter literario-histórico: LA PLACE ROYALE.

Los legitimistas publican un gran número de revistas, siendo la del SICRE la que con más medios cuenta.

En Italia existen 13 publicaciones, siendo las de más alcance ALLEANZA MONARCHICA, NOTIZIE MONARCHICHE-MMI NOTIZIE, IL PUNGOLO, SAVOIA Y FERT.