sábado, 13 de febrero de 2010

Los herederos de los incas. el comercio.

El laberinto ancestral de la nobleza inca empezó hace unos 500 años, cuando los conquistadores españoles introdujeron una serie de medidas que se acentuaron durante la Independencia. Estas medidas debilitaron las antiguas estructuras sociales y de continuidad. Una de aquellas medidas fue la incorporación de la nobleza indígena al sistema social y de linaje europeo.

Matrimonio real
Un caso típico de esta incorporación fue el matrimonio de Beatriz Coya, hija de Sayri Túpac, inca de Vilcabamba, con un sobrino de San Ignacio de Loyola. Beatriz era considerada un trofeo político y social. Esto ocurrió en Cusco, en 1576. La hija de la pareja, Ana María Lorenza de Loyola y Coya-Inca, se convirtió en 1614 en la primera marquesa de Santiago de Oropesa. Sus descendientes fueron considerados la línea principal de la panaca de Huayna Cápac. El último de los herederos murió sin hijos en 1741. Poco tiempo después, la historia adquirió un giro dramático.

Reclamos de Túpac Amaru
En 1776 el cacique de Surimana, José Gabriel Condorcanqui Noguera, con el argumento de ser el pariente más cercano de Beatriz Coya, inició un proceso legal para reclamar el título de marqués de Santiago de Oropesa. Pero su pedido fue rechazado. Hay quienes ven en este desenlace el inicio de su rechazo a España y su rebelión como Túpac Amaru II, en 1780. Él, su familia y allegados pagaron las consecuencias de su rebeldía y fueron cruelmente ejecutados.

Sus actos tuvieron consecuencias desastrosas para lo que quedaba del sistema social inca.

Pérdida de privilegios
Hasta entonces los descendientes de las panacas reales recibían una serie de prerrogativas de la corona española. Tras la rebelión de Túpac Amaru fueron castigados. De nada sirvió que apoyaran a la corona ni su certeza de que el futuro de su posición residía con el rey en Europa y no con un movimiento independentista criollo. La corona española arremetió y decidió que la posición de cacique dejaba de ser hereditaria. Así, se redujo considerablemente las principales fuentes de ingreso económico de las familias. También se reprimió varias de sus manifestaciones culturales, como el uso de trajes tradicionales en las procesiones.

Sin lugar en la República
El golpe de gracia para la nobleza inca llegó, irónicamente, con la Independencia. En 1824, Bolívar anuló el cargo de cacique y dictó nuevas leyes de propiedad, lo que derivó en la pérdida del estatus social, económico y político para lo que quedaba de las élites incas y en el siglo XIX empezaron a ser olvidadas. Hoy, lejos de las atrocidades del pasado, generaciones jóvenes y educadas se interesan en sus nobles orígenes.

“Ya no siento vergüenza”
En el 2001, David Sahuaraura Cajigas, hijo del carpintero cusqueño José Marcos Sahuaraura Santa Cruz, compró un libro publicado ese año: “Recuerdos de la monarquía peruana o bosquejo de la historia de los incas”, que incluye las memorias de Justo Sahuaraura.

A sus 69 años, fue la primera vez que José Marcos encontró información sobre su apellido. Su padre y abuelo fueron campesinos en Urquillos, Urubamba. De niño hablaba solamente quechua, aprendió el castellano en la adultez y cuenta que empezó a leer todas las noches después de trabajar, para educarse y darles a sus tres hijos una vida mejor, hoy son profesionales. Para él ser descendiente de los Sahuaraura significa tener “un pasado, soy una persona, no necesito ser avergonzado porque soy indígena”.

José Marcos desciende de Justo Apu Sahuaraura (Cusco 1775 – Canas 1853), quien era hijo de Pedro Apu Sahuaraura Inca y Ramos Tito Atauchi, cacique de Quispicanchis, y su esposa Sebastiana Bustinza Inca y Yaurac de Ariza Titu Condemayta. Su padre era descendiente de Huayna Cápac, por el lado materno, y de Pachacútec, por el paterno. Fue cura y apoyó la independencia. En 1838 legitimó a sus cinco hijos.

“Soy una coya”
Las hermanas Ana María y Lucía Choquehuanca Miranda viven en Arequipa. Hablan con mucha emoción de su padre José Domingo Choquehuanca Borda, que falleció el 19 de abril pasado. Según cuentan, José Domingo nació en los años 30 en Puno. Fue hijo de Agustín Alfonso Choquehuanca Ayulo, de una rica familia de Azángaro, y de la campesina Juanita Borda. Están convencidas de que por eso el abuelo fue desheredado. Choquehuanca Borda se educó primero en Tacna y después en Arequipa, donde al principio trabajó como obrero y terminó fundando sus propias empresas.

Para ellas, la conexión con el prócer José Domingo Choquehuanca es clara. Ana María se identifica bromeando, pero muy en serio, como una princesa inca. “Soy una coya”, señala. Y no le falta razón, tienen como antepasado a José Domingo Choquehuanca Béjar (Azángaro 1789 o 1792 -1858), hijo ilegítimo del sacerdote Gregorio Choquehuanca que era hijo del cacique principal y gobernador de Azángaro y descendiente por línea paterna del emperador Huayna Cápac.

Mítico linaje
El 14 de agosto del 2009 Charles-Edú Sinchi Roca Durand (24) se casó con María del Carmen Ortiz Zapana en el sitio arqueológico Tambomachay, cerca del Cusco, en una ceremonia incaica.

Charles-Edú es dentista y vive en la ciudad imperial. Su consultorio, arriba de la carnicería de sus padres, tiene en la sala de espera un acuario en la forma de un templo inca. Su padre es comerciante ganadero. Su abuelo fue agricultor en San Jerónimo. Dicen no saber mucho de sus ancestros pero Charles-Edú Sinchi Roca está determinado a conocer más. Lo que sí se sabe es que Sinchi Roca es considerado uno de los incas míticos, es decir, que no hay certeza histórica de su existencia. Fue el segundo gobernador de los incas en el siglo XIII. Sin embargo sí hay certeza de Diego y Lorenzo Sinchi Roca, quienes fueron alféreces reales de los indios nobles en la procesión de Corpus Christi en los años 1793 y 1805, y de Ignacio Sinchi Roca, elector de indios nobles en 1824. Ambos cargos eran confiados a las élites incas.

El guardián del quechua
Demetrio Túpac Yupanqui Martínez vive en el Callao. Nació en San Jerónimo, Cusco, en 1923. Su padre Octavio Túpac Yupanqui Herrera era sastre y su abuelo Justino, pintor de altares para procesiones. Demetrio dice que los Túpac Yupanqui gozaban de una posición especial en San Jerónimo. Durante las procesiones de Corpus Christi llevaban el estandarte y dirigían el ritmo de la procesión. Considera que a “los descendientes incas les falta cultura, no saben su historia y a veces ni hablan quechua”. Demetrio es un destacado profesor de quechua, en el 2005 tradujo al idioma de los incas, el clásico español “Don Quijote de la Mancha”. Sobre los Túpac Yupanqui, el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa escribió que Felipe y Andrés Topa Yupanqui eran descendientes del inca Túpac Yupanqui y presente en Cusco en 1572. Mateo Túpac Yupanqui era cacique de Lares en el siglo XVIII.

Un inca más real
Gregorio Alfredo Inca Roca Concha es el más famoso de los considerados descendientes de los incas. Desde el 2002 personifica al inca en las fiestas del Inti Raymi. Es ingeniero agrónomo y docente. Fue alcalde de San Sebastián, Cusco, de 1986 a 1990. Los Inca Roca no tienen un árbol genealógico pero poseen un documento con un escudo otorgado, en 1545, por el emperador Carlos V a “don Juan Francisco y don Pedro Pomagualpa, ambos hermanos Yngas Abuelos de don Lorenzo Pomaguallpa Garzés Chillitupa Ynga”.

Reconstruyendo una identidad. Cada vez hay más familias peruanas que reivindican una identidad de noble linaje autóctono. Son abogados, arquitectos y emprendedores. Sus padres fueron campesinos, carpinteros, sastres. Sus apellidos son evocadores: Inca Roca, Sinchi Roca, Túpac Yupanqui. Creen ser los descendientes de emperadores incas.


En el siglo XIV Inca Roca fue el sexto gobernador mítico de los incas y el primero de los Hanan Incas. Pedro Nolasco Inca Roca fue alférez real de los indios nobles en la procesión de Corpus Christi en 1798.

Estas son solo algunas de las familias que hoy reivindican una identidad y un pasado glorioso. También están los otros, como los descendientes de los Ramos Tito Atauchi, Guaman Rimachi, Cusiguaman, Tisoc Sayre Tupa, Chillitupa, entre otros. En el Perú es común que muchas familias investiguen su raíz europea mas no la indígena. Cuando se trata de identificar un nexo con el linaje imperial inca, nadie —por ahora— parece tener evidencia suficiente para probar su reclamo.

Quizás sea tiempo de empezar una tarea de investigación que permita a las familias establecer una conexión con el pasado y, quién sabe si, entonces, en el Perú se pueda conocer a los auténticos descendientes de la familia imperial inca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

!!!!!!!!!!!!BRAVÍSIMO!!!!!!!!!!!!!

EXCELENTE TRABAJO, DOCUMENTOS COMO ESTE VAN HACER PENSAR AL GRAN PORCENTAJE DE PERUANOS, A AQUELLOS AUTENTICOS PERUANOS. PRONTO LOS PERUANOS GOBERNAREMOS PARA LOS PERUANOS, BASTA!!! DE ESTUPIDECES QUERAMOS MAS A NUESTRO PAIS, PRONTO ES EL DIA EN QUE LOS QUE SALIERON A ESTUDIAR A EUROPA O ESTADOS UNIDOS, VUELVAN Y GOBERNAR COMO MANO DE HIERRO INKA.