La historia que no fue
Se busca rey
Edición de Noviembre 2007
Ensayos ucrónicos sobre los (im)posibles destinos de la monarquía en el Perú
La anécdota del “¿Por qué no te callas?” del rey de España, Juan Carlos I, al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, trajo recuerdos de aquellos tiempos en que los reyes, valga la redundancia, reinaban. Y, en un ejercicio de asociación libre, también despertó en Perú Económico
el interés por imaginar cómo habría sido un Perú en el que los reyes se sucediesen en Palacio de Gobierno. Intentos de ello nunca faltaron…
El proyecto de San Martín
Cuando la Expedición Libertadora comandada por el general José de San Martín tocó suelo peruano, las ideas monárquicas que el militar argentino y su principal asesor, Bernardo de Monteagudo, abrigaban encontraron no pocos simpatizantes. “La Independencia consistía en el autogobierno de los criollos, pero no necesariamente en la conformación de una República. De hecho, era factible en la mentalidad de la época la fórmula de un Perú independiente y monárquico”, explica el historiador Joseph Dager. “Mientras que la idea monárquica era un proyecto natural y de continuidad, la figura de una república democrática parecía una apuesta arriesgada, sobre todo si se toma en cuenta el poco tiempo transcurrido desde la independencia de Estados Unidos, su primer antecedente”, añade el historiador Eduardo Torres.
“El impulso de San Martín implica el más alto momento de auge de la ilusión monarquista”, subraya Jorge Basadre[1]. De hecho, la primera propuesta monárquica sanmartiniana se dio en las negociaciones con el virrey Joaquín de la Pezuela en Miraflores. En ellas, el militar argentino planteó la posibilidad de instaurar una monarquía constitucional presidida por un príncipe español. El fracaso de estas negociaciones desembocó en el derrocamiento de De la Pezuela por parte del general José de la Serna, quien volvió a negociar con San Martín, esta vez en la hacienda de Punchauca. San Martín le ofreció a La Serna establecer una regencia con un delegado de cada parte y la presidencia del virrey, mientras que él mismo podría viajar a pedir la venida de un príncipe Borbón. No obstante la buena disposición de las partes, estas conversaciones tampoco tuvieron éxito.[2]
La Serna trasladó, entonces, el centro de poder español al Cusco, permitiendo el ingreso de San Martín a Lima. Una vez allí, como apunta Dager, “San Martín buscó lograr consensos y evitar batallas. Por ello, en lo referido a la forma de gobernar el Perú, no impone sus ideas, sino que se allanó al debate”. El marco en el que se dio la discusión entre monarquía y democracia ha sido ampliamente reseñado: el foro denominado Sociedad Patriótica, presidido por el propio Monteagudo y conformado por lo más selecto de la intelectualidad limeña, constituía una suerte de opinión pública premoderna a la cual convencer de las ventajas de una monarquía constitucional.
Sin embargo, tal vez confiado en lograr que sus ideas primarían en los debates, el Libertador constituyó la Orden del Sol como una manera de ir formando una nobleza local y creó la misión García del Río y Paroissien para que le buscase un rey al país. “La idea era traer al primero que aceptara”, dice Torres. Entre las opciones que barajaba la misión figuraban el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo (quien se convertiría, luego, en rey de Bélgica entre 1831 y 1865); algún príncipe inglés católico, de la casa de Brunswick; negociar con Austria, Rusia, Francia o Portugal; o finalmente, el duque de Luca en España. No se sabe si los diplomáticos peruanos fueron rechazados o nunca llegaron a iniciar sus gestiones.
Finalmente, los debates de la Sociedad Patriótica –en los que se citaba a Montesquieu del lado monárquico para defender la centralización del poder en un país grande y poco ilustrado, y a Rousseau en el bando republicano, enarbolando la idea del contrato social– se decantaron a favor de la opción democrática. A esto contribuyeron, también, los desaciertos y atropellos de Monteagudo, que le restaron legitimidad a cualquier propuesta de San Martín.
Póquer de reyes
¿Qué opciones se habrían abierto si, por el contrario, la monarquía se hubiese instaurado en el país? Los historiadores concuerdan en que el eventual rey debería haber salido de la siguiente baraja: un noble de origen local (ya sea indígena o criollo), el propio San Martín, un príncipe europeo o un infante español.
La primera opción, no obstante, habría fracasado. “La aristocracia incaica prácticamente había sido decapitada luego de la revolución de Túpac Amaru y ya no quedaron caciques o curacas reconocidos”, explica el historiador Juan Luis Orrego. “La nobleza limeña no era necesariamente representativa. Quizá en Lima y la costa norte, pero en el resto del país no. Habría pasado lo mismo que ocurrió en México con Agustín de Iturbide, quien fue nombrado rey y cayó a los pocos meses”, añade Orrego sobre la segunda versión de la primera opción. “La propia creación de la Orden del Sol es una señal de la necesidad de consolidar una nobleza peruana”, agrega Dager.
Por otro lado, un eventual reinado de San Martín nunca fue una opción realista, si bien se sabe que existió la intención de recoger firmas para elegirlo emperador –la cual fue rápidamente desarticulada por Riva Agüero–[3].
En cuanto al ciertamente buscado príncipe europeo, la idea no era descabellada en el Viejo Continente (que décadas después “exportaría” a México al príncipe Maximiliano de Austria como fugaz emperador muerto en el paredón de fusilamiento), pero sí resultaba exótica para el Perú. “No se hubiera apoyado a alguien con un idioma, unas costumbres y, tal vez, hasta una visión de la religión diferentes. Además, ¿qué ejército lo habría apoyado? ¿En qué referentes simbólicos se habría basado? ¿Cuál habría sido su discurso para los indígenas, que eran los más fervientes defensores del Rey de España?”, se pregunta Torres.
En cuanto a un príncipe español, las posibilidades de éxito podrían haber sido mayores, en particular si los borbones, como sus pares portugueses, hubiesen podido trasladar su corte a América ante la invasión napoleónica. “En ese caso, lo más probable es que el rey español, Fernando VII, se hubiese dirigido a México por su mejor posición geográfica y el mayor prestigio que tenía en la época, mientras que alguna hermana o príncipe habría regido en el Perú. En ambos países, habría recibido un apoyo atronador”, asegura el propio Torres.
El legado del rey
“La República fue la plasmación en la realidad de los temores de los monárquicos: anarquía, caudillaje militar, cambios de constitución constantes, más de 20 presidentes en los primeros años después de la Independencia”, explica Dager. ¿Podría una monarquía haber facilitado el tránsito del Perú de Colonia a país soberano, como sostuviera Vidaurre?
Algunos creen que sí. “Si la corte española se hubiese trasladado a América, probablemente nos habríamos ahorrado la guerra de Independencia, los caudillos militares, y se hubiese dado, como en Brasil, una evolución paulatina hacia la formación de grupos políticos diversos, defensores de la monarquía absoluta, de la monarquía constitucional y del mismo régimen republicano”, sostiene Torres. Dager, por su parte, coincide en que los primeros años habría habido una mayor estabilidad política por la concentración del poder, pero apunta que habría existido una menor conciencia de la importancia de la Constitución, pues, finalmente, ni siquiera los golpes de Estado escaparon al discurso constitucional, sino que se dieron siempre en nombre de la Carta Magna. Además, Dager resalta que el sistema republicano –con sus fallas y, probablemente, también por ellas– permitió el ascenso de los mestizos a las elites políticas y la resistencia de las provincias a los intentos centralizadores de la capital.
Basadre, sin embargo, creía que cualquier intento monárquico habría fracasado. Vale la pena concluir este ensayo citando la propia ucronía del historiador tacneño: “[…] suponiéndose la factibilidad, la posibilidad del establecimiento y de la permanencia de la monarquía, ¿qué habría sucedido? Aquella época era un duelo entre la feudalidad y el liberalismo; entre la reacción y la revolución. La monarquía habría favorecido a la feudalidad y a la reacción. […] Además, el germen de los motines no brotó del texto republicano de las constituciones como Minerva de la cabeza de Júpiter, sino de causas sociales. La fórmula monárquica no habría sido un freno para ellos, tanto más cuando carecía de raigambre popular y tradicional; pronto la cizaña habría surgido con motivo de los puestos de ministros y favoritos […]. Habríamos tenido, en suma, como dijo Francisco García Calderón, todos los vicios del cesarismo democrático sin las perspectivas de la libertad”.[4]
[1] BASADRE, Jorge. La iniciación de la República. Universidad Mayor de San Marcos, 2002 [1929], p. 66.
[2] BASADRE, op. cit., pp. 66-67, CONTRERAS y CUETO, Marcos. Historia del Perú Contemporáneo. Desde las luchas por la independencia hasta el presente. Instituto de Estudios Peruanos, 2004. p. 52-55.
[3] BASADRE, op. cit., pp. 80-81. [4] BASADRE, op. cit. 104-105.
Gonzalo Carranza Bigotti
* Analista de Perú Económico
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