ESTO LO ESTOY REBOTANDO DEL DIARIO CORREO :
Raúl Mendoza Cánepa *
25 de mayo de 2009
Gastón Acurio se reconoce de izquierda como Dionisio Romero y no faltarán nuevos adherentes. Ya aguardo las confesiones marxistas de la china Tudela porque, todo indica que ser de izquierda en el siglo XXI es condolerte de los pobres y aguzar las culpas de tu éxito en un país recargado de miserias. Izquierdismo, culpa flotante o pura emoción social, esto es (a diferencia del socialismo pre muro de Berlín): sentimiento sin propuesta, lloriqueo sin discurso y compasión sin compromiso.
¡Qué bien! Si es así, todos somos de izquierda, porque hay que ser un psicópata para no lagrimear ante los huecos que el hambre deja en el estomago de millones de niños en las márgenes de las ciudades y en la puna. De izquierda son los rojos de estirpe marxista como los moderados, de izquierda son los liberales, los cristianos, los budistas, los vegetarianos, los agnósticos, los nacionalistas, los derechistas con corazón…
Curioso que hoy en el Perú todos seamos de izquierda, la izquierda más uniforme e igualitaria del planeta, desde el dueño del BCP y Alicorp al empresario gastronómico cosmopolita, desde Carlos Tapia al cura Arana y ¿Por qué no? Hernando de Soto y quién sabe.
Definitivamente, el izquierdismo ya no tiene contenidos, es sensibilidad pura, sí, esa misma que el liberal comparte con el rojo y el progre. La única diferencia es la receta. El liberalismo proclama la racionalidad del mercado y confía en la dinámica de la inversión privada para el subsecuente desarrollo y superación de la pobreza. Sí, eso mismo que el izquierdista también anhela, claro que sin programa, estrategia o derrotero.
Pero el tema no es la sensibilidad o el corazoncito sino el resultado. La experiencia es la que indica quien tiene, finalmente, la razón. Un paseíto por el ranking de libertad económica de la Heritage y una revisión de los procesos históricos, le darán la respuesta: los países más ricos son precisamente los que de mayor libertad económica gozan.
En efecto, lector, esa misma libertad que permite que el transnacional Acurio invierta a su gusto en Lima, Santiago o Madrid o que el capitalista Romero le pague el salario a cientos y miles de familias que, a su vez, pueden acceder a la educación, la salud o el simple consumo.
Me pregunto si sabrá el sensible Acurio sobre la odisea que cientos y cientos de pequeños empresarios deben pasar para inscribir su bodeguita, su cevichería o su sanguchería al paso. Obstáculos que, seguramente, el Tanta, La Mar o Hermanos Pasquale supieron muy fácilmente sortear. Porque si no hubiera sido así, sin duda, ya hubiéramos escuchado al gran chef confesarse como el más rabioso de los liberales.
viernes, 22 de mayo de 2009
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