sábado, 24 de marzo de 2012
cuarto año del principado de santa maria apo picol
este 29 de marzo se celebra el cuarto año de la fundacion del principado santa maria apo picol. la casa real de los omas tiene plneado asistir en pleno a una misa de accion de gacias. la oficina de naturalizacion invita a todos los interesados a unirse en esta ceremonia a realizarse en la iglesia de Azangaro en yauyos sur lima a horas 8 am.
dionisio inca yupanqui. discurso en las cortes de cadiz
Hoy se celebra el bicentenario de la promulgación de la primera Constitución liberal de España. La Constitución de 1812, conocida como La Pepa, porque fue promulgada por las Cortes Generales de España el 19 de marzo de 1812 en Cádiz , el día de San José.En la Cortes constituyentes participaron también diputados americanos.
Uno de ellos, fue Don Dionisio Inca Yupanqui, diputado por Cusco, descendiente del Inca y Coronel de Dragones de Caballería, cuyo discurso, que les transcribo debajo, fue uno de los más memorables. Hoy día del bicentenario es buena ocasión para recordar el discurso del Diputado Inca Yupanqui.
(De la Crónica de Sesiones de las Cortes Generales de Cádiz)
El Sr. INCA pidió entonces la palabra.
El Diputado por el virreinato del Perú:
“Señor, no he venido á ser uno de los individuos que componen este cuerpo moral de V.M. para lisonjearle, para consumar la ruina de la gloriosa y atribulada España, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa América, He venido sí, á decir á V.M. con el respeto que debo y con el decoro que profeso, verdades amarguísimas y terribles si V.M. las desestima; consoladoras y llenas de salud, si las aprecia y las ejercita en beneficio de su pueblo. No haré, Señor, alarde ni ostentación de mi conciencia; pero sí diré que reprobando esos principios arbitrarios de alta y baja política, empleados por el despotismo, solo sigo los recomendados por el Evangelio de V.M. y yo profesamos. Me prometo, fundado en los principios de equidad que V.M. tiene adoptados, que no querrá hacer propio suyo este pecado gravísimo de notoria y antigua injusticia en que han caído todos los Gobiernos anteriores: pecado que en mi juicio es la primera ó quizá la única causa por que la mano poderosa de un Dios irritado pesa tan gravemente sobre este pueblo nobilísimo, digno de mejor fortuna. Señor, la justicia divina protege á los humildes, y me atrevo á asegurar á V.M., sin hallarme ilustrado por el espíritu de Dios, que no acertará á dar un paso seguro en la libertad de la Patria mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia en llenar sus obligaciones con las Américas: V.M. no las conoce. La mayor parte de sus Diputados y de la Nación apenas tienen noticia de ese dilatado continente. Los Gobiernos anteriores le han considerado poco, y solo han procurado asegurar las remesas de este precioso metal, origen de tanta inhumanidad, del que no han sabido aprovecharse. Le han abandonado al cuidado de hombres codiciosos é inmorales; y la indiferencia absoluta con que han mirado sus más sagradas relaciones con este país de delicias, ha llenado la medida de la paciencia del Padre de las misericordias, y forzándole á que derrame parte de la amargura con que se alimentan aquellos naturales sobres nuestras provincias europeas. Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del orgullo y vanidad. Sacuda V.M. apresuradamente las envejecidas y odiosas rutinas, y bien penetrado de nuestras presentes calamidades son el resultado de tan larga época de delitos y prostituciones, no arroje de su sena la antorcha luminosa de la sabiduría, ni se prive del ejercicio de las virtudes. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre. V.M. toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de Europa, su esclava, apetece marcar con este sello á la generosa España. Esta, que lo resiste valerosamente, no advierte el dedo del Altísimo, ni conoce que se le castiga con la misma pena que por tres siglos hace sufrir á sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco á la consideración de V.M. un cuadro sumamente instructivo. Dígnese hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias é importantes. Señor, ¿resistirá V.M. á tan imperiosas verdades? ¿Será insensible á las ansiedades des sus súbditos europeos y americanos? ¿Cerrará V. M. ojos para no ver con tan brillantes luces el camino que aun le manifiesta el cielo para su salvación? No, no sucederá así; yo lo espero lleno de consuelo en los principios religiosos de V.M. y en la ilustrada política con que procura señalar y asegurar sus soberanas deliberaciones.”
Leído este papel, presentó una fórmula de decreto reducido á mandar á los virreyes y presidentes de las Audiencias de América que con suma escrupulosidad protejan a los indios, y cuiden de que no sean molestados ni afligidos en sus personas y propiedades, ni se perjudique en manera alguna á su libertad personal, privilegios, etc.
Se oyó todo con aplauso, y al tiempo de votarse dijo
El Sr. ESPIGA: Me parece muy laudable la proposición del señor preopinante, pero la encuentro demasiado general. Debía individualizarse por artículos, y acompañarle una instrucción que fuese materia de discusión.
Los Sres. PRESIDENTE Y VICEPRESIDENTE dijeron que este sería el fruto de la discusión, á la cual fue admitida dicha proposición por unanimidad de votos.
El Sr. VILLANUEVA dijo: Creo que la proposición no debía discutirse, sino aprobarse por aclamación, no siendo más que un extracto de la legislación de Indias en esta parte.
El Sr ARGUELLES: Admiro, dijo, el celo filantrópico del Sr. Inca; pero soy de dictamen que conforme al Reglamento se deje para otro día la discusión, porque acaso el Sr. Inca convendrá conmigo en que pueda variarse o modificarse alguna expresión.
Con esto terminó la sesión.
16 de dismember de 1810. Nro. 81.
===============================================================
La Constitución española de 1812, conocida popularmente como La Pepa, fue promulgada por las Cortes Generales de España el 19 de marzo de 1812 en Cádiz. Se le ha otorgado una gran importancia histórica, al tratarse de la primera constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo. Respecto al origen de su sobrenombre, la Pepa, se debe a que fue promulgada el día de San José.
Oficialmente estuvo en vigencia dos años, desde su promulgación hasta el 19 de marzo de 1814, con la vuelta a España de Fernando VII. Posteriormente, se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. Sin embargo, apenas si entró en vigor de facto, puesto que en su período de gestación buena parte de España se encontraba en manos del gobierno pro-francés de José I de España, otra en mano de juntas interinas más preocupadas en organizar su oposición a José I y el resto de los territorios de la corona española (los virreinatos) se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la invasión napoleónica.
La constitución establecía el sufragio universal masculino indirecto, la soberanía nacional, la monarquía constitucional, la separación de poderes,[1][2] la libertad de imprenta, acordaba el reparto de tierras y la libertad de industria, entre otras cuestiones.
===============================================================
Los diputados americanos en las Cortes
En la populosa e hirviente ciudad de Cádiz, se habían reunido al fin las Cortes de España. El detestado Napoleón que retenía entre sus manazas de hierro a la dinastía absolutista había sido el providencial agente histórico. ¡Podían invocar la lealtad a Fernando prisionero y podían decir al mundo que el pueblo español reasumía su soberanía! Los diputados a las Cortes tenían así en sus manos la bandera del legitimismo jurídico y la llave para hacer la revolución burguesa bajo un respetable pabellón.
Para comprender el sentido profundo de las sesiones de las Cortes bastará que el lector evoque el trágico pasado de la España Imperial. Ahora estaban allí los hijos del pueblo español, con un partido reaccionario en minoría, pues toda la nobleza de sangre se había arrodillado ante el invasor. Cádiz era la capital de la España revolucionaria. ¡Pero faltaban los jacobinos!
Pues la feroz paradoja de la situación consistía en que las Cortes de Cádiz se reunían en el momento más débil de la acción militar del pueblo español; no cuando desmoralizaba a los franceses, sino cuando había pasado a la defensiva, no en la etapa más alta del proceso de liberación, sino en la más baja. En Cádiz, donde se iba a legislar para una España dominada por el enemigo, se había refugiado todo el espíritu revolucionario de la península, todas las aspiraciones y frustraciones de tres siglos. Pero era un debate fundado en el vacío geográfico.
"En la época de las Cortes, España se encontró dividida en dos partes. En la Isla de León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas", dice Marx. Después de haber derramado su sangre en vano, el pueblo español había querido lanzar sobre el absolutismo el peso de una Constitución. Con las bayonetas francesas había entrado tumultuosamente en la España petrificada el siglo revolucionario.
El principal puerto marítimo de España estaba poblado, al reunirse las Cortes, de una multitud de aventureros y emigrados, hispanoamericanos que el azar de la guerra había llevado a la península, soldados, marineros, comerciantes, rioplatenses como el joven oficial Tomás de Iriarte, guatemaltecos como los hermanos Llano, peruanos como el teniente coronel de caballería Dionisio Inca Yupanqui.
"Así se dio el caso de que estas provincias estuvieran representadas por hombres más aficionados a la novedad y más impregnados de las ideas del siglo XVIII que lo hubieran sido de haberlos podido elegir ellas misma. Finalmente, la circunstancia de que las Cortes se reunieran en Cádiz ejerció una influencia decisiva, ya que esta ciudad era conocida entonces como la más radical del reino y parecía más americana que española. Sus habitantes llenaban las galerías de la sala de las Cortes y dominaban a los reaccionarios, cuando la oposición de estos se tornaba demasiado enojosa, mediante la intimidación y las presiones desde el exterior”.
Muchas provincias españolas, ocupadas por las tropas francesas no pudieron enviar inmediatamente sus diputados: lograron hacerlo en cambio las regiones más demócratas, Cataluña y Galicia.
"Hallábase de candidatos para diputados, escribe el conde de Toreno, y poníanse los ojos no precisamente en dignidades, no en hombres envejecidos en las antigua corte o en los rancios hábitos de los consejos u otras corporaciones, sino en los que se miraban como más ilustrados, más briosos y más capaces de limpiar la España de la herrumbre que llevaba comida casi toda su fortaleza”.
Los turbulentos espectadores en las galerías del Coliseo de Cádiz, soldados y ciudadanos de ambos sexos, saludaban con ardorosos vivas a las diputados liberales a medida que entraban al recinto, "con desánimo de la Regencia
Leer más: http://blogs.semanaeconomica.com/blogs/el-nuevo-sol/posts/discurso-de-dionisio-inca-yupanqui-bicentenario-de-la-constitucion-espanola-de-1812#ixzz1q4RuzTuE
Uno de ellos, fue Don Dionisio Inca Yupanqui, diputado por Cusco, descendiente del Inca y Coronel de Dragones de Caballería, cuyo discurso, que les transcribo debajo, fue uno de los más memorables. Hoy día del bicentenario es buena ocasión para recordar el discurso del Diputado Inca Yupanqui.
(De la Crónica de Sesiones de las Cortes Generales de Cádiz)
El Sr. INCA pidió entonces la palabra.
El Diputado por el virreinato del Perú:
“Señor, no he venido á ser uno de los individuos que componen este cuerpo moral de V.M. para lisonjearle, para consumar la ruina de la gloriosa y atribulada España, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa América, He venido sí, á decir á V.M. con el respeto que debo y con el decoro que profeso, verdades amarguísimas y terribles si V.M. las desestima; consoladoras y llenas de salud, si las aprecia y las ejercita en beneficio de su pueblo. No haré, Señor, alarde ni ostentación de mi conciencia; pero sí diré que reprobando esos principios arbitrarios de alta y baja política, empleados por el despotismo, solo sigo los recomendados por el Evangelio de V.M. y yo profesamos. Me prometo, fundado en los principios de equidad que V.M. tiene adoptados, que no querrá hacer propio suyo este pecado gravísimo de notoria y antigua injusticia en que han caído todos los Gobiernos anteriores: pecado que en mi juicio es la primera ó quizá la única causa por que la mano poderosa de un Dios irritado pesa tan gravemente sobre este pueblo nobilísimo, digno de mejor fortuna. Señor, la justicia divina protege á los humildes, y me atrevo á asegurar á V.M., sin hallarme ilustrado por el espíritu de Dios, que no acertará á dar un paso seguro en la libertad de la Patria mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia en llenar sus obligaciones con las Américas: V.M. no las conoce. La mayor parte de sus Diputados y de la Nación apenas tienen noticia de ese dilatado continente. Los Gobiernos anteriores le han considerado poco, y solo han procurado asegurar las remesas de este precioso metal, origen de tanta inhumanidad, del que no han sabido aprovecharse. Le han abandonado al cuidado de hombres codiciosos é inmorales; y la indiferencia absoluta con que han mirado sus más sagradas relaciones con este país de delicias, ha llenado la medida de la paciencia del Padre de las misericordias, y forzándole á que derrame parte de la amargura con que se alimentan aquellos naturales sobres nuestras provincias europeas. Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del orgullo y vanidad. Sacuda V.M. apresuradamente las envejecidas y odiosas rutinas, y bien penetrado de nuestras presentes calamidades son el resultado de tan larga época de delitos y prostituciones, no arroje de su sena la antorcha luminosa de la sabiduría, ni se prive del ejercicio de las virtudes. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre. V.M. toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de Europa, su esclava, apetece marcar con este sello á la generosa España. Esta, que lo resiste valerosamente, no advierte el dedo del Altísimo, ni conoce que se le castiga con la misma pena que por tres siglos hace sufrir á sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco á la consideración de V.M. un cuadro sumamente instructivo. Dígnese hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias é importantes. Señor, ¿resistirá V.M. á tan imperiosas verdades? ¿Será insensible á las ansiedades des sus súbditos europeos y americanos? ¿Cerrará V. M. ojos para no ver con tan brillantes luces el camino que aun le manifiesta el cielo para su salvación? No, no sucederá así; yo lo espero lleno de consuelo en los principios religiosos de V.M. y en la ilustrada política con que procura señalar y asegurar sus soberanas deliberaciones.”
Leído este papel, presentó una fórmula de decreto reducido á mandar á los virreyes y presidentes de las Audiencias de América que con suma escrupulosidad protejan a los indios, y cuiden de que no sean molestados ni afligidos en sus personas y propiedades, ni se perjudique en manera alguna á su libertad personal, privilegios, etc.
Se oyó todo con aplauso, y al tiempo de votarse dijo
El Sr. ESPIGA: Me parece muy laudable la proposición del señor preopinante, pero la encuentro demasiado general. Debía individualizarse por artículos, y acompañarle una instrucción que fuese materia de discusión.
Los Sres. PRESIDENTE Y VICEPRESIDENTE dijeron que este sería el fruto de la discusión, á la cual fue admitida dicha proposición por unanimidad de votos.
El Sr. VILLANUEVA dijo: Creo que la proposición no debía discutirse, sino aprobarse por aclamación, no siendo más que un extracto de la legislación de Indias en esta parte.
El Sr ARGUELLES: Admiro, dijo, el celo filantrópico del Sr. Inca; pero soy de dictamen que conforme al Reglamento se deje para otro día la discusión, porque acaso el Sr. Inca convendrá conmigo en que pueda variarse o modificarse alguna expresión.
Con esto terminó la sesión.
16 de dismember de 1810. Nro. 81.
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La Constitución española de 1812, conocida popularmente como La Pepa, fue promulgada por las Cortes Generales de España el 19 de marzo de 1812 en Cádiz. Se le ha otorgado una gran importancia histórica, al tratarse de la primera constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo. Respecto al origen de su sobrenombre, la Pepa, se debe a que fue promulgada el día de San José.
Oficialmente estuvo en vigencia dos años, desde su promulgación hasta el 19 de marzo de 1814, con la vuelta a España de Fernando VII. Posteriormente, se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. Sin embargo, apenas si entró en vigor de facto, puesto que en su período de gestación buena parte de España se encontraba en manos del gobierno pro-francés de José I de España, otra en mano de juntas interinas más preocupadas en organizar su oposición a José I y el resto de los territorios de la corona española (los virreinatos) se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la invasión napoleónica.
La constitución establecía el sufragio universal masculino indirecto, la soberanía nacional, la monarquía constitucional, la separación de poderes,[1][2] la libertad de imprenta, acordaba el reparto de tierras y la libertad de industria, entre otras cuestiones.
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Los diputados americanos en las Cortes
En la populosa e hirviente ciudad de Cádiz, se habían reunido al fin las Cortes de España. El detestado Napoleón que retenía entre sus manazas de hierro a la dinastía absolutista había sido el providencial agente histórico. ¡Podían invocar la lealtad a Fernando prisionero y podían decir al mundo que el pueblo español reasumía su soberanía! Los diputados a las Cortes tenían así en sus manos la bandera del legitimismo jurídico y la llave para hacer la revolución burguesa bajo un respetable pabellón.
Para comprender el sentido profundo de las sesiones de las Cortes bastará que el lector evoque el trágico pasado de la España Imperial. Ahora estaban allí los hijos del pueblo español, con un partido reaccionario en minoría, pues toda la nobleza de sangre se había arrodillado ante el invasor. Cádiz era la capital de la España revolucionaria. ¡Pero faltaban los jacobinos!
Pues la feroz paradoja de la situación consistía en que las Cortes de Cádiz se reunían en el momento más débil de la acción militar del pueblo español; no cuando desmoralizaba a los franceses, sino cuando había pasado a la defensiva, no en la etapa más alta del proceso de liberación, sino en la más baja. En Cádiz, donde se iba a legislar para una España dominada por el enemigo, se había refugiado todo el espíritu revolucionario de la península, todas las aspiraciones y frustraciones de tres siglos. Pero era un debate fundado en el vacío geográfico.
"En la época de las Cortes, España se encontró dividida en dos partes. En la Isla de León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas", dice Marx. Después de haber derramado su sangre en vano, el pueblo español había querido lanzar sobre el absolutismo el peso de una Constitución. Con las bayonetas francesas había entrado tumultuosamente en la España petrificada el siglo revolucionario.
El principal puerto marítimo de España estaba poblado, al reunirse las Cortes, de una multitud de aventureros y emigrados, hispanoamericanos que el azar de la guerra había llevado a la península, soldados, marineros, comerciantes, rioplatenses como el joven oficial Tomás de Iriarte, guatemaltecos como los hermanos Llano, peruanos como el teniente coronel de caballería Dionisio Inca Yupanqui.
"Así se dio el caso de que estas provincias estuvieran representadas por hombres más aficionados a la novedad y más impregnados de las ideas del siglo XVIII que lo hubieran sido de haberlos podido elegir ellas misma. Finalmente, la circunstancia de que las Cortes se reunieran en Cádiz ejerció una influencia decisiva, ya que esta ciudad era conocida entonces como la más radical del reino y parecía más americana que española. Sus habitantes llenaban las galerías de la sala de las Cortes y dominaban a los reaccionarios, cuando la oposición de estos se tornaba demasiado enojosa, mediante la intimidación y las presiones desde el exterior”.
Muchas provincias españolas, ocupadas por las tropas francesas no pudieron enviar inmediatamente sus diputados: lograron hacerlo en cambio las regiones más demócratas, Cataluña y Galicia.
"Hallábase de candidatos para diputados, escribe el conde de Toreno, y poníanse los ojos no precisamente en dignidades, no en hombres envejecidos en las antigua corte o en los rancios hábitos de los consejos u otras corporaciones, sino en los que se miraban como más ilustrados, más briosos y más capaces de limpiar la España de la herrumbre que llevaba comida casi toda su fortaleza”.
Los turbulentos espectadores en las galerías del Coliseo de Cádiz, soldados y ciudadanos de ambos sexos, saludaban con ardorosos vivas a las diputados liberales a medida que entraban al recinto, "con desánimo de la Regencia
Leer más: http://blogs.semanaeconomica.com/blogs/el-nuevo-sol/posts/discurso-de-dionisio-inca-yupanqui-bicentenario-de-la-constitucion-espanola-de-1812#ixzz1q4RuzTuE
en lima ya se acabo la discriminacio?
Descendiente de emperadores incas: “Dicen que en Lima ya se acabó la discriminación”
Isabel Atayupanqui Pachacútec y sus hijos hablaron con El Comercio sobre la trascendencia de su apellido andino y el papel que pueden cumplir las familias nobles indígenas en el Perú
Domingo 19 de febrero de 2012 - 12:57 pm 56 comentarios
RONALD ELWARD (*)
El salón de recibo de la familia Atayupanqui en la calle Perú, en el distrito de San Jerónimo, en Cusco, está dedicado a doña Isabel. Esta habitación ahora no es ni la sala ni el comedor de la casa, es un lugar adaptado especialmente para que ella reciba a gente. Casi como un salón del trono.
En las paredes cuelgan dibujos y cuadros con árboles genealógicos de sus antepasados, y también sus antiguas herramientas de trabajo para la chacra. Aunque la casa ha perdido el aspecto señorial que debió tener en el pasado, aquí ha vivido la familia por varias generaciones.
Doña Isabel Atayupanqui Pachacútec, de 88 años, es la descendiente más conocida de los emperadores incas en su ciudad natal. Curiosamente, todos le atribuyen un vínculo con Pachacútec, pero su linaje imperial viene por su apellido paterno. Según los documentos investigados, los Atayupanqui pertenecen al ayllu Aucaylli, la panaca que se atribuye al inca Yahuar Huácac, uno de los incas míticos, del siglo XIV.
El día de la entrevista ella hace su entrada como una reina. Avanza pausadamente, acompañada por sus cinco hijos varones. También tiene tres hijas mujeres, aunque ese día no están presentes. Luce bien vestida, con voluminosa falda y saco color azul oscuro, blusa blanca bordada, y sombrero blanco típico de esta parte del Cusco.
CONSTRUYENDO IDENTIDAD
Ella solo habla quechua y su segundo hijo, el maestro Julio Chihuantito Atayupanqui, de 67 años, traduce la sesión. Empezamos con los datos de rigor: nació el 8 de julio de 1923, como última de los cinco hijos de don Silverio Atayupanqui Orccohuarancca y doña Agustina Pachacútec Sinchi Roca.
Su padre murió cuando ella tenía 2 o 3 años. Sus hermanos mayores ya habían dejado la casa y se quedó sola con su madre. “Ella trabajaba siempre en las chacras. Mi papá había sido arriero, tenía muchas mulas y transportaba productos de Cusco a los pueblos en los alrededores”.
Una de las cosas que más recuerda de su madre era la manera de inculcarle una identidad. “Mi mamá siempre me decía que no debía avergonzarme porque descendemos de los incas, de los constructores de Sacsahuamán”, refiere doña Isabel.
Uno de sus vínculos más vivos con el pasado son los terrenos que heredó, que son las tierras que originalmente le dieron a la panaca a la que ella pertenece. “Tenemos nuestras tierras ancestrales en la parcialidad Sucso-Aucaylli, como los Sinchi Roca, mis primos”, cuenta. Cada vez que hace un esfuerzo para recordar el pasado, su cara adquiere una expresión de emoción profunda.
LINAJE ESCONDIDO
¿Usted fue a la escuela?
Como mi mamá quedó viuda, necesitaba ayudarla y cuidar los ganados y trabajar las chacras. Nunca fui a la escuela. No puedo leer ni escribir. Solo hablo quechua.
¿Cómo era la posición de la familia Atayupanqui en la comunidad?
Había clases. Una jerarquía entre la nobleza y el pueblo, los runas. Siempre hubo esta diferencia. Aunque no teníamos riquezas, todo el mundo respetaba a mi familia. Era una familia visible, orgullosa de ser incas. Hasta ahora, siempre existe algo de las familias importantes.
¿Y cómo se veía la diferencia?
Yo usaba siempre las telas mejores y me visto de una manera distinguida. Este sombrero de paja es también un símbolo de distinción. Solo las mujeres mestizas visibles, importantes, usan estos. Las mujercitas usan sombreros redondos. Es también una cuestión de comportamiento.
¿Qué otras cosas los diferenciaban?
En las fiestas nosotros estábamos siempre a la cabeza. Además, la nobleza todavía tiene las mejores tierras, mientras los runas tienen sus chacras en las montañas. Esto nos permite cosechar más pronto, tener mejores productos y venderlos a más alto precio en el mercado. Somos muy conscientes de nuestra posición.
La cordialidad de la conversación da un giro cuando pregunto cómo era antes y cómo es ahora tener un apellido quechua. En ese momento ella se queda callada y sus hijos toman la palabra.
UN APELLIDO CASTIGADO
Julio es el primero en hablar y dice: “A mí me afectó mucho la discriminación por llamarme Chihuantito Atayupanqui, cuando todos en el colegio se llamaban Merino, Hermoza o Caballero. Siempre había esa discriminación a los nombres quechuas”.
Cuando habla se queda mirando el suelo, y prosigue. “Nos pegaban, nos maltrataban. Me sentía inferior. Siempre había burlas. Nosotros hemos sentido en nuestra carne esta separación. Pero ha cambiado en los últimos años”.
Seguidamente, Edwin, el hijo menor, añade: “En el colegio secundario era peor. Me sentía inseguro. Nos educaban con una historia falsa, y solo hablaban de la parte española”. Edwin se dedica a los negocios y es un hijo que se mantiene cercano a su madre. “En esa época tenía una sensación de culpa. Con frecuencia pensaba: ‘Madre, ¿por qué no te llamaste Flores en vez de Atayupanqui?’”.
¿Cómo es la situación ahora?
“Ahora cuando voy a Lima no siento nada de discriminación”, responde Edwin, “no existe para mí, porque ahora con mucha más fuerza y con mucho más orgullo digo que soy Chihuantito Atayupanqui. Lima hoy es tierra de provincianos, van por las calles con sus danzas y fiestas. Tienen harta plata y dicen que se acabó la discriminación”.
¿Creen que hay un papel para estas familias nobles incaicas en el Perú del siglo XXI?
Doña Isabel responde primero: “La autoridad local me ha reconocido y es recién que la sociedad está dando algo de reconocimiento. Debe ser que se dan cuenta de que nuestra historia tiene un valor”.
“EL PATRIMONIO TAMBIÉN SOMOS NOSOTROS”
Después Julio, su hijo, dice: “Mi mamá es la última de su generación. Queremos rescatar nuestra identidad, los Atayupanqui fuimos parte de los que construyeron el imperio incaico. Los que levantamos la gloria de Machu Picchu. Aquí estamos. Hemos sobrevivido 500 años, mantenido nuestro idioma, nuestras costumbres, nuestras tradiciones. Ahora llevamos nuestros apellidos con muchas más ganas. Ahora sentimos que tenemos un espacio”.
Él cree que a pesar de los avances, todavía hay una política de ignorar a las familias nobles, y se queja: “No hay estudios para saber que somos los verdaderos descendientes. Estamos muy occidentalizados. El patrimonio cultural no es solo Machu Picchu. Es también la gente que ha construido Machu Picchu”, termina Julio.
Al final cuando tomamos las fotos, doña Isabel pone cara seria. “Es que nunca sonríe en las fotos”, dice uno de sus hijos. “Ella piensa que eso no corresponde a su estatus”, explica. Cuando tomamos una gaseosa, lo primero que ella hace antes de beber un sorbo es soltar unas gotas sobre el suelo. “Es que hay que brindar primero con la pachamama”, dice. Después de un rato se retira lentamente, siempre en compañía de sus hijos.
(*) Investigador y genealogista. Más información sobre la familia Atayupanqui en: www.dinastiasperubolivia.blogspot.com
Asencio Tupayupanqui ~ San Jerónimo 22-5-1827; x San Jerónimo 23-6-1847 Isidora Sahuaraura * ca. 1828; Hija de Gregorio S., Noble, propietario de la hacienda Cayza, y Angela García, española de Maras
Hijos:
1. Juan Tupayupanqui, continua en IV
2. Geronima Tupayupanqui * ca.1853; x San Jerónimo 17-7-1873 Paulino Valderrama * …; Hijo de Francisco V. y Maria Sarmiento
3. Raymunda Tupayupanqui * 1860/61; x San Jerónimo 26-6-1882 Eugenio Zúñiga * 1858/59; Hijo de Juan de Dios Z. y Maria Muñoz
Isabel Atayupanqui Pachacútec y sus hijos hablaron con El Comercio sobre la trascendencia de su apellido andino y el papel que pueden cumplir las familias nobles indígenas en el Perú
Domingo 19 de febrero de 2012 - 12:57 pm 56 comentarios
RONALD ELWARD (*)
El salón de recibo de la familia Atayupanqui en la calle Perú, en el distrito de San Jerónimo, en Cusco, está dedicado a doña Isabel. Esta habitación ahora no es ni la sala ni el comedor de la casa, es un lugar adaptado especialmente para que ella reciba a gente. Casi como un salón del trono.
En las paredes cuelgan dibujos y cuadros con árboles genealógicos de sus antepasados, y también sus antiguas herramientas de trabajo para la chacra. Aunque la casa ha perdido el aspecto señorial que debió tener en el pasado, aquí ha vivido la familia por varias generaciones.
Doña Isabel Atayupanqui Pachacútec, de 88 años, es la descendiente más conocida de los emperadores incas en su ciudad natal. Curiosamente, todos le atribuyen un vínculo con Pachacútec, pero su linaje imperial viene por su apellido paterno. Según los documentos investigados, los Atayupanqui pertenecen al ayllu Aucaylli, la panaca que se atribuye al inca Yahuar Huácac, uno de los incas míticos, del siglo XIV.
El día de la entrevista ella hace su entrada como una reina. Avanza pausadamente, acompañada por sus cinco hijos varones. También tiene tres hijas mujeres, aunque ese día no están presentes. Luce bien vestida, con voluminosa falda y saco color azul oscuro, blusa blanca bordada, y sombrero blanco típico de esta parte del Cusco.
CONSTRUYENDO IDENTIDAD
Ella solo habla quechua y su segundo hijo, el maestro Julio Chihuantito Atayupanqui, de 67 años, traduce la sesión. Empezamos con los datos de rigor: nació el 8 de julio de 1923, como última de los cinco hijos de don Silverio Atayupanqui Orccohuarancca y doña Agustina Pachacútec Sinchi Roca.
Su padre murió cuando ella tenía 2 o 3 años. Sus hermanos mayores ya habían dejado la casa y se quedó sola con su madre. “Ella trabajaba siempre en las chacras. Mi papá había sido arriero, tenía muchas mulas y transportaba productos de Cusco a los pueblos en los alrededores”.
Una de las cosas que más recuerda de su madre era la manera de inculcarle una identidad. “Mi mamá siempre me decía que no debía avergonzarme porque descendemos de los incas, de los constructores de Sacsahuamán”, refiere doña Isabel.
Uno de sus vínculos más vivos con el pasado son los terrenos que heredó, que son las tierras que originalmente le dieron a la panaca a la que ella pertenece. “Tenemos nuestras tierras ancestrales en la parcialidad Sucso-Aucaylli, como los Sinchi Roca, mis primos”, cuenta. Cada vez que hace un esfuerzo para recordar el pasado, su cara adquiere una expresión de emoción profunda.
LINAJE ESCONDIDO
¿Usted fue a la escuela?
Como mi mamá quedó viuda, necesitaba ayudarla y cuidar los ganados y trabajar las chacras. Nunca fui a la escuela. No puedo leer ni escribir. Solo hablo quechua.
¿Cómo era la posición de la familia Atayupanqui en la comunidad?
Había clases. Una jerarquía entre la nobleza y el pueblo, los runas. Siempre hubo esta diferencia. Aunque no teníamos riquezas, todo el mundo respetaba a mi familia. Era una familia visible, orgullosa de ser incas. Hasta ahora, siempre existe algo de las familias importantes.
¿Y cómo se veía la diferencia?
Yo usaba siempre las telas mejores y me visto de una manera distinguida. Este sombrero de paja es también un símbolo de distinción. Solo las mujeres mestizas visibles, importantes, usan estos. Las mujercitas usan sombreros redondos. Es también una cuestión de comportamiento.
¿Qué otras cosas los diferenciaban?
En las fiestas nosotros estábamos siempre a la cabeza. Además, la nobleza todavía tiene las mejores tierras, mientras los runas tienen sus chacras en las montañas. Esto nos permite cosechar más pronto, tener mejores productos y venderlos a más alto precio en el mercado. Somos muy conscientes de nuestra posición.
La cordialidad de la conversación da un giro cuando pregunto cómo era antes y cómo es ahora tener un apellido quechua. En ese momento ella se queda callada y sus hijos toman la palabra.
UN APELLIDO CASTIGADO
Julio es el primero en hablar y dice: “A mí me afectó mucho la discriminación por llamarme Chihuantito Atayupanqui, cuando todos en el colegio se llamaban Merino, Hermoza o Caballero. Siempre había esa discriminación a los nombres quechuas”.
Cuando habla se queda mirando el suelo, y prosigue. “Nos pegaban, nos maltrataban. Me sentía inferior. Siempre había burlas. Nosotros hemos sentido en nuestra carne esta separación. Pero ha cambiado en los últimos años”.
Seguidamente, Edwin, el hijo menor, añade: “En el colegio secundario era peor. Me sentía inseguro. Nos educaban con una historia falsa, y solo hablaban de la parte española”. Edwin se dedica a los negocios y es un hijo que se mantiene cercano a su madre. “En esa época tenía una sensación de culpa. Con frecuencia pensaba: ‘Madre, ¿por qué no te llamaste Flores en vez de Atayupanqui?’”.
¿Cómo es la situación ahora?
“Ahora cuando voy a Lima no siento nada de discriminación”, responde Edwin, “no existe para mí, porque ahora con mucha más fuerza y con mucho más orgullo digo que soy Chihuantito Atayupanqui. Lima hoy es tierra de provincianos, van por las calles con sus danzas y fiestas. Tienen harta plata y dicen que se acabó la discriminación”.
¿Creen que hay un papel para estas familias nobles incaicas en el Perú del siglo XXI?
Doña Isabel responde primero: “La autoridad local me ha reconocido y es recién que la sociedad está dando algo de reconocimiento. Debe ser que se dan cuenta de que nuestra historia tiene un valor”.
“EL PATRIMONIO TAMBIÉN SOMOS NOSOTROS”
Después Julio, su hijo, dice: “Mi mamá es la última de su generación. Queremos rescatar nuestra identidad, los Atayupanqui fuimos parte de los que construyeron el imperio incaico. Los que levantamos la gloria de Machu Picchu. Aquí estamos. Hemos sobrevivido 500 años, mantenido nuestro idioma, nuestras costumbres, nuestras tradiciones. Ahora llevamos nuestros apellidos con muchas más ganas. Ahora sentimos que tenemos un espacio”.
Él cree que a pesar de los avances, todavía hay una política de ignorar a las familias nobles, y se queja: “No hay estudios para saber que somos los verdaderos descendientes. Estamos muy occidentalizados. El patrimonio cultural no es solo Machu Picchu. Es también la gente que ha construido Machu Picchu”, termina Julio.
Al final cuando tomamos las fotos, doña Isabel pone cara seria. “Es que nunca sonríe en las fotos”, dice uno de sus hijos. “Ella piensa que eso no corresponde a su estatus”, explica. Cuando tomamos una gaseosa, lo primero que ella hace antes de beber un sorbo es soltar unas gotas sobre el suelo. “Es que hay que brindar primero con la pachamama”, dice. Después de un rato se retira lentamente, siempre en compañía de sus hijos.
(*) Investigador y genealogista. Más información sobre la familia Atayupanqui en: www.dinastiasperubolivia.blogspot.com
Asencio Tupayupanqui ~ San Jerónimo 22-5-1827; x San Jerónimo 23-6-1847 Isidora Sahuaraura * ca. 1828; Hija de Gregorio S., Noble, propietario de la hacienda Cayza, y Angela García, española de Maras
Hijos:
1. Juan Tupayupanqui, continua en IV
2. Geronima Tupayupanqui * ca.1853; x San Jerónimo 17-7-1873 Paulino Valderrama * …; Hijo de Francisco V. y Maria Sarmiento
3. Raymunda Tupayupanqui * 1860/61; x San Jerónimo 26-6-1882 Eugenio Zúñiga * 1858/59; Hijo de Juan de Dios Z. y Maria Muñoz
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